Las frutas y verduras de verdad son todas distintas

Si paseas por cualquier huerto, sea o no sea orgánico, es fácil ver que las frutas y verduras, al madurar, van tomando diferentes formas las unas de las otras. Un tomate es más grande, otro más pequeño, otro más verde, otro tiene una grieta… Es exactamente lo mismo que nos pasa a nosotros al nacer y crecer: ninguno de nosotros es igual a nadie más.

Cuando salimos del huerto y entramos en el supermercado parece que aquello que era tan lógico se nos olvida y, de repente, preferimos los colores brillantes, las formas perfectas, los tamaños uniformes… y los alimentos idénticos.

Las verduras de verdad son todas distintas, las frutas tienen formas diferentes; unas son más grandes otras más pequeñas, unas tienen más sabor, otras menos, pero no son iguales.

Lejos de esa ley biológica, que es la misma que nos aplica a los humanos, están las bandejas de plástico o de corcho blanco de los supermercados, con sus cinco tomates perfectos y del mismo calibre; están las cestas de manzanas brillantes e idénticas, están esos pimientos que no tienen ni una mota en la piel porque si la tienen no se venden…

El calibre

Una vez que se recolecta la fruta y la verdura que llega a nuestros supermercados pasa por el proceso de calibrado, que es el que se encarga de que clasificar los frutos según su tamaño y forma; aquellos de mejor calibre tendrán más precio que los más pequeños. Pero esto no necesariamente quiere decir que siempre vayan a elegir los alimentos más grandes, sino que se criban los que tienen el calibre más adecuado para vender: nadie quiere un tomate de un kilo, así que ese queda fuera, igual que los más pequeños.

En este proceso se separan los que son considerados «mejores ejemplares» de los que no lo son. Los primeros tendrán un mayor precio, los segundos serán más baratos y no llegarán a muchos distribuidores, sino que se irán quedando por el camino en busca de alguien que quiera venderlos.

Los frutos perfectos

Parece que últimamente nos hemos vuelto locos. No lo digo por ninguna ciudad en especial, que seguro que también las hay, sino por todos nosotros, que de un tiempo a esta parte medimos el desarrollo en términos de lo más extraño. Desde hace unos años desarrollo es poder comprar más objetos, tenerlos más cerca, tener mejores móviles, poder ir en coche a todos lados y también, aunque parezca mentira, comprar frutas y verduras perfectas.

Debido a que los frutos perfectos tienen un mayor precio en el mercado asociamos el comprarlos, o el poder comprarlos, con tener un mayor poder adquisitivo, es decir, con vivir mejor. Completando la ecuación: si puedo comprar la naranja más redonda y más brillante es porque me lo puedo permitir, y estoy comprando un mejor producto.

Querido consumidor: hay naranjas preciosas que no saben a nada, exactamente igual que hay naranjas feas que están deliciosas. Y todo se lía más si te digo que a las dos frases anteriores puedes darles la vuelta y siguen siendo igual de ciertas. ¿Por qué? Porque las frutas y verduras de verdad son todas distintas.

Los consumidores somos parte del problema porque con nuestras compras tenemos el poder de hacer que las cosas cambien. Es la ley de la oferta y la demanda. Durante años hemos comprado esos frutos perfectos y preciosos creyéndolos mejores que los demás, de forma que los hipermercados han optado por distribuir sólo esos y esconden, o directamente no dan a elegir, aquellos que no cumplen con las expectativas que se supone que tenemos. ¿Te has cuenta de que tú tienes la sartén por el mango?

El desperdicio

En medio de la criba y después de la selección de los más bonitos se produce un desperdicio que mucha gente no conoce, o que sí conoce pero intenta olvidar. Para elegir la patata más perfecta hay que quitar la que no lo es: la patata que tenga más suerte acabará en un cajón de patatas consideradas de segunda categoría y será vendida como si fuera un producto inferior, y la que no sea tan afortunada acabará como pienso de animales, o vaya usted a saber dónde.

¿Es que acaso no se puede comer una patata que no tenga una forma perfecta?

Los genes

Se empieza modificando genéticamente una especie para que resista más a ciertas plagas, o al frío; se hacía con técnicas genéticas sencillas en el procedimiento pero sofisticadas en el fin. Se injertaban ramas y esquejes, se cruzaban semillas, se probaban un año para ver el resultado que daban, se encontraba una nueva especie que era mejor que la anterior… Todo es cuestión de genes, y manipulación genética ha habido siempre en la agricultura.

Supongo que en algún momento alguien se dio cuenta de que además de hacer que las especies resistieran más, por el mismo precio, en una probeta de laboratorio (y fuera ya del campo), se podía hacer que una patata fuera igual a otra, creando una sensación de uniformidad y perfección. Y como además ha dado buen resultado económico la inversión mereció la pena.

Luego alguien vería que no sólo se le podía dar forma al fruto en cuestión, sino que además se le podía hacer más funcional: hacer todas las frutas sin las molestas pepitas, todo para mayor comodidad del consumidor. Pero eso no es tema de hoy, quizá otro día, con alguien que sepa más del tema…

De esta forma ahora mismo nos encontramos con mostradores de fruta de exposición, a los cuales han llegado los ejemplares más bonitos, los más abrillantados (que no brillantes), los que el consumidor cree que son del tamaño perfecto, ni más grandes ni más pequeños. Y esta es una de las razones por las que creo que los consumidores a veces hacemos que el mundo vaya a la deriva.

Tú, que quieres llevar una vida sostenible, haz esto:

  • Compra aquellas frutas y verduras que no son perfectas: tienen las mismas propiedades nutricionales que las que tienen una forma preciosa (a veces más, depende de cómo haya crecido la preciosa), y además serán más baratas porque, como te decía antes, se consideran «de segunda».
  • Piensa que estos alimentos, como los demás, han sido comprados a algún agricultor que también tiene ganas de vender sus frutas y verduras, que además son igual de buenas que el resto. ¿Por qué no vamos a consumirlos?
  • Verás que casi ninguna de ellas es brillante: ¡mucho mejor! Piensa que cuando en una malla de fruta la etiqueta dice «ingredientes» es porque llevan algo (a veces un barniz para darles lustre). Un limón es un limón, no contiene nada más, así que una malla de limones no debería listar los ingredientes.
  • Consumiendo estos productos con asiduidad normalizas una situación que parece muy olvidada: las frutas y verduras de verdad no son todas iguales, y nuestros niños (y a veces nuestros familiares, tengan la edad que tengan) tienen que ver eso como normal. Lo que no es normal es pensar que dos tomates son siempre idénticos.

Y todo esto sin ni siquiera hablar de productos orgánicos… ¿no es increíble?

Cuéntame: 

¿Qué relación tienes con estas frutas y verduras más feas?

¿Dónde las compras? ¿Te alejas de ciertos supermercados para comprarlas?

¿Qué opinas de que durante tantos años hayamos pensado que consumir esas frutas era signo de estatus, de desarrollo social?

12 comentarios

  1. Hola, yo normalmente me fijo en el tamaño en el caso en el caso de alimentos como las patatas, y el la maduración de las frutas. En cuanto a lo de bonitas o feas he de decir que cada vez ser ven menos frutas feas, supongo que las eliminan antes de llegar al mercado.

    Lo que si que evito es comprar los alimentos en bandejas o envasadas una a una, me parece muy absurdo y además un gasto materiales totalmente innecesario.

    Saludos

    1. Hola Isa:
      Efectivamente las eliminan antes de que lleguen a ciertos supermercados. Hay sitios en los que aún pueden encontrarse (mercados semanales, fruterías más baratas…), pero es verdad que es complicado a veces.
      Lo de las bandejas… en fin, tienes toda la razón del mundo. Hay que erradicar eso a base de no comprarlo, sin duda.
      Un abrazo grande, y gracias por pasar por aquí.

  2. Me gusta más comprar en las fruterías y la verdad es que no me dejo llevar por el tamaño o la presencia de las frutas o verduras. Casi siempre compro productos de segunda, que suelen estar igual de buenos y están más baratos, como bien dices. Pero es verdad que cada vez cuesta más encontrarlos. Me da pena pensar que lo tiran… Si al menos lo aprovecharan para tantos comedores sociales como lo necesitan hoy día…
    Besotes!!!

    1. Hola Margari; me alegro de que tú también compres esas frutas. En mi casa compramos en el mercadillo de los sábados casi el 90% de las frutas y verduras, y se nota en el precio, pero no en la calidad. Es una pena que no se puedan encontrar tan fácilmente, pero lo peor es que lo tiren en muchos casos, en eso estoy de acuerdo contigo.
      Un abrazo,

  3. Hay veces q compro en los mercadillos y me encanta porque es todo más económico ya que está menos manipulado y efectivamente sin calibrar. Es una pena que en las grandes superficies no haya este tipo de alimentos.

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