Con la última crisis económica que se paseó por España yo dejé de leer la prensa y de ver las noticias. Estaba recién salida de la Universidad, tenía ilusión por la vida y un máster bajo el brazo. Acababa de conocer a la Comisión Española de Ayuda al Refugiado y me había enamorado tanto de lo que hacen que seguía escribiendo informes de derechos humanos como voluntaria.
Pero no tenía trabajo. Tenía las ganas de tenerlo, y a ser posible que me gustara, y tenía la ilusión de que fuera lo que yo soñaba, pero no tenía nada más, y en ese contexto las noticias, que eran todas nefastas para mis ilusiones, me hacían mucho daño. Me causaban ansiedad.
Yo no sabía que se llamaba ansiedad, lo supe después, cuando una amiga me dijo que se llamaba así. También dijo las palabras ataques de pánico. Pero eso lo descubrí por otra cosa que pasó luego. El hecho es que me ponían muy nerviosa, muy mala, y no me hacían ningún bien. Y dejé de informarme.
No, me corrijo. No dejé de informarme, dejé de leer la actualidad que me ofrecían los periódicos. Pero comencé a leer otras informaciones que también me interesaban acerca de la situación en el mundo.
Me compré un mapa mundi y lo puse en el corcho de mi habitación para visualizar dónde estaban los lugares sobre los que leía y sobre los que escribía informes de derechos humanos. Para tenerlos bien localizados en el mapa cuando leyera las cosas que estaban pasando al otro lado del mundo, de mi mundo, cosas que hacían daño a miles de personas.
Ahora mismo mi contexto vital es diferente y siento la necesidad de informarme, si me apuras a cada momento, lo cual tampoco es sano.
Y si bien las noticias no dejan de causarme dolor y desasosiego, no puedo dejar de verlas o leerlas, y ahora mismo no dejaría de informarme por nada del mundo.
La decisión que tomé hace años, cuando dejé de informarme, y la que tomo ahora, al no dejarlo, tienen un denominador común. Es una consecuencia, que no una causa. En aquel momento y en este me he dado cuenta de lo mismo: de lo afortunada que soy.
No voy a escribir por ti ni voy a pluralizar porque no conozco la situación en la que te encuentras ni lo que estás enfrentando ahora mismo. Pero yo, lo que es yo, soy plenamente consciente de que estoy en el lado afortunado.
Lo estoy porque lo único que tengo que hacer para ayudar es quedarme en casa, y además de eso, puedo hacerlo. No soy millonaria y no soy rica en el sentido que se le suele dar a la palabra. Me quedo en casa trabajando duro, pero puedo hacerlo porque mi trabajo lo permite. Porque no, no vivo de este blog.
Pero me siento más rica cada día que pasa, y no puedo parar de dar gracias por ello.
He pensado en todas las comodidades que tengo, desde las que doy por sentadas (como el agua corriente, fundamental para la prevención de la transmisión de esta y de otras muchas enfermedades) hasta el propio entretenimiento. No diré ya la tele, o el Netflix que no tengo, sino los libros que atesoro y que soy capaz de leer.
Eso así para empezar, pero podría seguir. Ya lo creo. Porque hay cientos de cosas a mi alrededor por las que puedo dar gracias.
Me siento, pese a todo lo que ha pasado y pasará, en el lado afortunado del mundo, y ser consciente de ello me hace reflexionar, más si cabe, sobre el otro lado. El otro lado no está necesariamente a muchos kilómetros de mi, pero en una gran parte de las veces sí. Por eso escribo en mi propia sección «Cuida de todos», porque todos estamos en el mismo barco y una vida sostenible no es nada sin cuidar de los otros, estén donde estén.
Ojalá tú, que me lees, puedas decir que estás en el lado afortunado. U ojalá te sientas así.
Ojalá mire(mos) hacia el otro lado, en lugar de mirar para otro lado.
Ojalá estemos sentando las bases de una sociedad que cuide de todos para que podamos sentirnos en el lado afortunado. Ojalá lo haga yo con mis actos, cada día, hoy y mañana cuando pueda volver a salir a la calle con normalidad.
Ojalá no cesen los aplausos de las ocho, en forma de palmas o de lo que sea, cuando todo esto termine. Ojalá sepamos valorar de verdad a quienes hoy aplaudimos, que en mi caso no son solo los sanitarios, sino todo aquel que sostiene con su trabajo esta sociedad en crisis.
En ese mundo sí que estaríamos cuidando de todos.
En ese mundo quizá, ojalá, no habría dos lados.
Me encantan tus reflexiones, siempre acertadas para mí. Me gusta mucho cómo escribes y cómo te expresas. Espero que puedas seguir haciendo artículos para este blog durante mucho tiempo más 🙂
¡Muchas gracias, Anna! Por encima de todo me alegra si las palabras te llegan al corazón 🙂 Un abrazo,
Me encanta Irene. Has conseguido poner en palabras algo que me hace runrún y que me bloquea desde hace días al escribir. Estar en casa sabiendo que todos los nuestros están bien es un privilegio. Qué post tan bien escrito, tan verdadero y con tanto corazón.
Un abrazo grande
Muchas gracias, Carmela, tus palabras significan un mundo para mí 🙂
Un abrazo muy grande.
Qué bonito Ire, me ha encantado. No podemos dejarnos arrastrar por la «incomodidad» de quedarnos en casa. Tenemos suerte y mucha y es esencial que sepamos valorarla.
¡Un abrazo!
Así es, Patri, somos afortunadas y debemos agradecerlo.
Un abrazo para ti también.