Oda a los oficios y a los negocios de siempre

Oda a los oficios y a los negocios de siempre

Oda a los oficios y a los negocios de siempre

Para seguir con el inicio de temporada he decidido que voy a contarte un par de experiencias que he tenido este verano comprando en el pequeño comercio.

Y es que volver a casa, volver al barrio y a la vida cotidiana tienen que servir para algo: para conectarnos con las personas que hacen que nuestra calle tenga vida y tejido social. Esas personas son los tenderos de toda la vida y los negocios familiares y tradicionales.

En esta primera parte voy a hablarte de la experiencia de comprar en una tienda familiar, donde conocen el oficio. Y la semana que viene te cuento otra de las ventajas de comprar al tendero del barrio, no te pierdas la entrada.

Siempre se dice que comprar en el pequeño comercio es estupendo porque te entienden y te asesoran (estoy citando una frase de alguna campaña de mi propio barrio o de alguna administración, no sé de quién pero sé que no es mía).

A mí siempre me han gustado mucho las tiendas de barrio, las que, como te decía arriba, hacen que las calles tengan una cohesión. Me dan un poco de susto los barrios nuevos que aún no tienen nada en los locales bajos, en los que apenas puedes comprar si no coges el coche para ir al hipermercado, aunque sé que mi propio barrio fue así hace tiempo…

Me gustan las calles con comercios, con gente que se saluda, en las que puedes hacer la compra saltando de tienda en tienda o de puesto en puesto del mercado. Sí, eso me gusta, y siempre le he visto ventajas.

Pero es que este verano he comprobado, con creces, que las tiendas de toda la vida, las que llevan años en la calle, son realmente las que te conocen y te asesoran, mucho más allá del eslogan. Son tiendas que, en muchos casos, están relacionadas con oficios, que no con meros trabajos. Las atienden profesionales muy cualificados por la experiencia, y eso hay que valorarlo.

Te voy a contar un par de anécdotas que ilustran todo esto mejor que cualquier cosa que pueda deciros.

Yo iba buscando unas alpargatas…

Os he hablado unas cuantas veces de la boda de mi amiga, que fue este verano (probablemente seguirá saliendo por aquí alguna que otra entrada más). Esto que te cuento está relacionado con ella también.

En julio quise comprarme unas alpargatas de cuña que fueran doradas. No soporto los tacones, me los pongo porque tengo que hacerlo en determinadas ocasiones, pero me hacen mucho daño, y pensé que la opción de las alpargatas elegantes era la mejor para quitarme los tacones con un vestido largo.

Si quieres alpargatas en Madrid no te faltan las famosas tiendas que llevan siglos haciendo zapatos, pero lo que yo buscaba era algo que no fuera informal, porque no iba a una merienda en el campo, así que no esperé la enorme cola que ya había a la puerta de la famosa tienda a las diez y un minuto de la mañana. Me fui por mi cuenta en busca de mis alpargatas.

Entré en varias zapaterías y me probé varios modelos que se aproximaban bastante a lo que buscaba. Iba sola y hubiera necesitado algún tipo de consejo: de verdad que sufro mucho con mis pies y siempre me gusta saber si los zapatos son de mi talla, si me quedan estrechos… vamos, lo que hay que saber antes de comprar cualquier par nuevo.

Lo que encontré fue que quienes atendían esas tiendas de zapatos (algunas de ellas eran franquicias de moda) me daban mi talla y se retiraban amablemente, sin mirarme siquiera y sin ayudarme para nada a saber si el zapato era para mí. Yo me probaba, me ponía y me quitaba zapatos a mi antojo, y hubiera dicho que esas personas estaban allí para bajar al almacén y o para vigilar si me llevaba algo.

Me dio por recordar aquella tienda a la que yo iba de pequeña con mis padres, que está aún en la calle Alcalá de Madrid, que era un hervidero de trabajadores yendo y viniendo con cajas de zapatos, que te tocaban la punta del pie y te decían “mueve el dedo, a ver…” para saber si el zapato era o no era tu talla. Allí compraba los zapatos del uniforme del colegio.

Y allí me hubiera gustado estar cuando estaba buscando desesperada unas alpargatas que me quedaran bien.

Di con ellas, no obstante, pero yo sola.

… y encontré lo que buscaba mientras compraba una camisa. 

Unos días después fuimos a comprar una camisa de traje para mi chico. Queríamos ir a los grandes almacenes más conocidos de España, que tienen de todo y de todos los presupuestos, pero al final nos decidimos por la tienda de ropa de caballero en la que compra mi padre, que casualmente también está en la calle Alcalá, de Madrid (tenemos lazos familiares y sentimentales con esa zona de Madrid, aunque ahora nos pilla retirada).

Entramos en la tienda, dijimos que queríamos una camisa para él y, mientras yo sacaba la corbata del bolso para enseñarles el color que buscábamos, el dependiente sacó un metro del bolsillo y le midió. ¡Le midió! Le midió los brazos, los hombros… qué sé yo. Entró en la trastienda y sacó tres camisas, de su talla, en colores que combinaban con la corbata perfectamente. Sobra decir que, una vez puestas, las camisas eran efectivamente de su talla.

Antes de que pienses que sí, que claro, que hay tiendas de ropa a medida, te comento que esta tienda es de ropa que podríamos llamar “normal”, a precios asequibles pero de calidad y con la mayoría del producto hecho en España.

No le midieron porque se tratase de una tienda de ropa especial, sino porque el dependiente conocía su oficio.

Conocer el oficio es conocerlo todo. Cada uno sabemos hacer una cosa, bien porque lo llevamos en la sangre o porque lo hemos aprendido y practicado durante mucho tiempo. Cuando yo buscaba mis zapatos echaba en falta alguien que conociera los zapatos mejor que nadie y me aconsejara, aunque no tuviera el modelo que yo buscaba.

Esto se está perdiendo

Este tipo de tiendas apenas existen ya porque han ido cerrando por muchas razones:

  • porque los grandes almacenes se comieron sus negocios hasta que dejaron de ser rentables,
  • porque ya no podían pagar los alquileres de sus locales,
  • porque los descendientes no quisieron llevarlos y continuarlos,
  • o porque sí quisieron pero se encontraron con las dificultades que te comentaba antes,
  • y también porque hace tiempo que vivimos en una sociedad en la que si no tienes carrera universitaria no se te mira igual.

Esto último lo digo de verdad, porque lo pienso, porque de un tiempo a esta parte todos tenemos estudios y supongo que ser zapatero, o sastre, o modista, o frutero, o pescadero, no es ni parecido.

Este tipo de tiendas están cayendo en el olvido por todo eso, y llegará un momento en que las echemos de menos.

¿Y qué pasa con todas esas nuevas tiendas y marcas, y con los puestos de trabajo que han creado?

No quiero ser malinterpretada cuando leas este artículo. No me parece mal que esas tiendas estén en mis calles, obviamente, sólo por el hecho de que crean trabajo. Me parece muy bien que el día que yo iba buscando zapatos hubiera quien me atendiera, faltaría más.

Sólo digo que se trata de gente que se dedica a otras cosas, que algún día dejará ese pequeño trabajo por otro que esté relacionado con sus intereses y estudios, como seguro que hemos querido hacer todos en algún momento dado.

Y seguiremos necesitando un zapatero, o un sastre, y quizá no lo haya.


Ahora es tu turno…

¿Qué opinas sobre la desaparición de los oficios tradicionales?

¿Tú echas de menos su saber hacer en tus compras?

¿Tienes alguna forma de incentivar la supervivencia de estos oficios y negocios?

23 comentarios

  1. Sí que se echa de menos. El trato en estas tiendas, salvo excepciones, siempre ha sido más directo, más atento, más afable. Con gente que saben lo que hacen, que aman su oficio, que llevan años en él y saben de lo que hablan. Y sí, qué sería de este mundo sin sastres, zapateros, limpiadores, basureros, albañiles… Trabajos tan dignos como cualquier otro. Que todos son imprescindibles para que toda la maquinaria funcione.
    Besotes!!!

  2. Hola Irene!
    me encanta este artículo. Si hay algo que no soporto es ir de tiendas. Sin embargo, las tiendas de toda la vida, como las que tu explicas en el texto tienen alma y sí que me gusta comprar en ellas de vez en cuando. Evito siempre la que yo llamo «la Calle Globalización» que está ya presente en todas las ciudades de Europa que conozco y suelo ir en busca de las tiendecitas de toda la vida, las pocas que quedan, claro, u otras modernas pero de cosas hechas a mano, locales, creativas y con alma.
    Por cierto, una pregunta que te hago con todo mi cariño. Dices: «No soporto los tacones, me los pongo porque tengo que hacerlo en determinadas ocasiones». ¿Por qué tienes que hacerlo? Yo antes también lo creía pero un día me negué a la dictadura del tacón. Sin ir más lejos este verano fui a una boda con un vestido bien bonito y calzado minimalista 🙂
    Un abrazo enorme!
    Kiki

    1. Hola Kiki; me encanta lo de la Calle Globalización 😉 me lo apunto.
      Sobre los tacones, no los soporto por el dolor, aunque gustarme me gustan y favorecen mis piernas cuando voy a una boda. Para serte sincera al salir de la ceremonia ya me bajo de ellos, así que paso más tiempo baja que alta, pero en mi caso de verdad que el aspecto no es ni parecido. De todas formas también me apunto lo que dices para reflexionarlo en la próxima, por si acaso…
      Un abrazo, gracias por el comentario y por el cariño al contarme tu experiencia.

  3. Enhorabuena Irene por el post! Se nota que lo escribiste con el corazón.
    A veces no somos conscientes del valor que tiene cada euro que sacamos del bolsillo, y de lo poderosos que podemos llegar a ser con nuestras compras. Y es que decidiendo dónde compramos estamos moviendo la rueda del cambio hacia un lado o hacia otro. Yo hace mucho tiempo que evito comprar en grandes almacenes, centros comerciales, grandes multinacionales y aunque es cierto que, para según que cosas, a veces las alternativas se reducen, para la gran mayoría de los objetos que necesitamos siempre hay una alternativa, mas local, mas artesanal, mas responsable y si, también mas cara, pero mas duradera, de mas calidad… El cuestionarnos de donde viene cada objeto que adquirimos también es un ejercicio importante que nos ayuda a tomar decisiones.
    Lo dicho! Enhorabuena

    1. ¡Gracias María!
      Me gusta el comentario que haces sobre el poder de nuestro dinero.
      También apuntaría que a veces no se trata de comprar más caro. Sí que hay sitios en los que te hacen un bolso a mano, o un vestido, o lo que sea, pero cambiar las tiendas en las que compras no implica comprar solo en tiendas de artesanía, por ejemplo. De esa forma no necesariamente gastas más dinero. Yo animo a todo el mundo a que entre a esas tiendas y pregunte, porque nos creemos que lo más barato está en las marcas de siempre, cuando a veces no es así…
      Un abrazo 🙂

  4. 1. Yo nunca compro en domingo ni en festivo .
    2. Nunca compro en centros comerciales ni grandes superficies . más calidad y no es más caro.
    3. Las grandes empresas de todos los sectores NO están dejando mercado para los pequeños. Están arruinando a nuestros amigos y familiares . Luego nos quejamos. Hay que pensar más a quien damos nuestro dinero !!!

    1. ¡Hola Sergio! Tres pasos fundamentales para crear una economía más responsable.
      Muchas gracias por compartirlos con nosotros.
      Un abrazo,

  5. Hola Irene últimamente he tenido poco tiempo para mirar por Internet y me encuentro con este post que me emociona, sin duda escribes con el corazón. Toda una bonita reflexión, todo va unido hay que empezar a valorar los oficios y no sólo las carreras y máster etc… todo es necesario y complementario para que este mundo funcione mejor y corra menos peligro.
    Gracias bonita

    1. ¡Hola Gemma! Me alegra verte de nuevo por aquí y espero que estéis bien.
      Gracias por dejarme tu comentario y tus reflexiones, es bonito ver que una no está sola en el mundo… jaja.
      Te mando un abrazo enorme,

Dejar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *