La obsolescencia psicológica (la hermana de la obsolescencia programada)

La obsolescencia psicológica: la hermana de la obsolescencia programada

Hace mucho tiempo que te hablé de la obsolescencia programada, esa decisión de las empresas por la cual a ti se te estropea algún aparato electrónico en un tiempo establecido por ellos con el fin de que compres uno nuevo.

Esta vez te hablo de la obsolescencia psicológica, su hermana pequeña, pero mucho más fácil de vencer, ya que está en nuestras manos no caer en ella.

Antes de seguir quiero comentarte brevemente que una gran parte de este artículo lo leyeron primero las suscriptoras de RECOLECTORA. Formó parte de un boletín que mandé hace meses, porque ellas reciben, además de los avisos de nuevo artículo, algún contenido extra que escribo, y que sólo mando por correo.

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Pero continúo con el tema de hoy porque, además de aquel texto exclusivo, este artículo contiene un poco más de información. Verás que la obsolescencia psicológica es una vuelta de tuerca más de este sistema, y algo en lo que quizá no habías pensando, pero que genera millones de kilos de residuos al año.

¿Qué es la obsolescencia psicológica?

Si la obsolescencia programada era la duración establecida por un fabricante para un aparato o producto, momento a partir del cual deja de funcionar, la obsolescencia psicológica pone en manos del consumidor la decisión (completamente arbitraria, como verás ahora mismo) de si el aparato se desecha o no.

Un producto sujeto a la obsolescencia psicológica sirve o no sirve en función de lo que piense su dueño sobre él y está muy sujeto a las modas, a las tendencias del mercado y a la influencia de la publicidad y, ahora, de las redes sociales.

Por ejemplo, mi reproductor de música puede tener menos de 12 meses, pero si la marca de moda ha sacado uno nuevo, más ligero, con más memoria, donde me caben esas 10.000 canciones que es posible que no escuchase ni en dos vidas, puede darse el caso de que piense que el mío ya no me sirve. Puede darse el caso de que quiera otro.

Es aquí donde yo, como consumidora, tengo el poder absoluto para luchar contra la situación. Y donde me pongo a mí puedes ponerte tú también y hacerte estas preguntas.

  • ¿Qué me hace pensar que mi reproductor de música ya no me sirve?
  • ¿El hecho de que hay uno mejor?
  • ¿Lo necesito?
  • ¿Seré más feliz/moderna con él?
  • ¿Me lo compro?

Responder sí a esta última pregunta es ceder a la obsolescencia psicológica. Mi reproductor de música funciona perfectamente, sería yo la que internamente creyera que no satisface mis necesidades (sin que haya una razón real para ello).

¿A qué productos afecta la obsolescencia psicológica?

Siempre que hablamos de obsolescencia solemos referirnos a la que aplica a productos que requieren una cierta tecnología, pues son los que pueden «programarse» para estropearse en un momento determinado: aparatos electrónicos y electrodomésticos, principalmente.

Estos productos, además, generan un gran problema de residuos, porque además de ser muchos, en términos de volumen, son más difíciles de recuperar, reutilizar y reciclar. Por otro lado, en el caso de no ser correctamente tratados, contaminan el medio ambiente en mayor medida que otro tipo de residuos.

Pero la obsolescencia psicológica, en mi opinión, afecta también a otro tipo de productos, como puede ser cualquier prenda de vestir o accesorio de moda, e incluso objetos para el hogar (vajillas, tazas, vasos), quizá muebles.

Comprados, desechados y reemplazados de manera irresponsable por motivo de las modas o los gustos, estos objetos también generan residuos que pueden o no gestionarse correctamente, y han requerido recursos limitados para fabricarse en un planeta finito que empieza a sentirse exhausto.

Lo cierto es que mientras escribo este artículo la mayoría de los casos que se me vienen a la mente son aparatos, pero no descartemos que la obsolescencia psicológica aplique también a otro tipo de productos.

Vencer la obsolescencia psicológica

Si algo tengo claro respecto a la obsolescencia psicológica es que depende en gran medida de lo que quieran vendernos y de lo que nos metan por los ojos, si me permites la expresión.

La moda, lo que se lleva, lo nuevo, lo que está en boga, lo que parece más moderno, lo que sale en las fotos de Instagram que ves cada día… todo te influye a la hora de cambiar, si no hay razón para ello, un producto que, aparentemente, ya no te sirve.

Es complicado vencer a todo eso que está en la cabeza de cada uno y que, en muchas ocasiones, no es más que una ilusión o una irrealidad. Si alguna vez has comprado algo que anhelabas mucho y que al final no te hizo más feliz, sabes de lo que hablo.

Vencer a la obsolescencia psicológica es cuestión de ser una consumidora responsable, y esto es algo que cada día tengo más claro. No me estoy refiriendo a no comprar algo que me haga avanzar o crecer, eso sería ver la vida desde el punto de vista de la escasez.

Yo prefiero afrontar este tema desde el punto de vista de la abundancia, que es el siguiente: no me deshago de aquello que aún me sirve, porque puedo seguir utilizándolo y sigue aportándome valor. Sobre todo si no voy a dar una buena salida al producto que pretendo sustituir.

¿Y si aun así quiero cambiar ese producto?

Bien, si aun así lo que quieres hacer es cambiar de producto, sea por la razón que sea, hay formas para decirle adiós sin que sea traumático, de momento, para el planeta.

Si el producto que quieres cambiar funciona (y como estamos hablando de obsolescencia psicológica entiendo que sí, que funciona perfectamente) puedes hacer con él lo siguiente:

  • Preguntar en tu familia si a alguien le viene bien o si alguien le daría uso.
  • Donarlo a alguna asociación u organización que pueda aprovecharlo mientras aún le quede vida útil (esto dependiendo del tipo de producto que sea, y preguntando siempre a la organización para saber si les interesa).
  • Venderlo entre tus familiares y conocidos, si se trata de un objeto cuyo valor pretendes recuperar en parte.
  • O venderlo en tiendas de segunda mano, donde puede darle una segunda vida una persona que tú no conoces.

Reflexiones para un consumo responsable

La cuestión está en que, tanto la obsolescencia programada como la psicológica generan:

a) una enorme cantidad de residuos que no se gestionan de manera correcta,

b) un gran desperdicio de recursos (que son muy costosos en general, pero sobre todo cuando hablamos de aparatos, porque fabricarlos no es gratis y tampoco se hace con materiales infinitos) y;

c) comportamientos completamente irracionales y contrarios a la conservación de la tierra, como es el pensamiento de que cualquier cosa, sea lo que sea y cueste lo que cueste fabricarla, se puede reemplazar por otra y desechar con enorme facilidad.

Hoy te invito a que reflexiones sobre estas preguntas, sin culpa, pero con responsabilidad y con compromiso:

  • ¿Cuántos aparatos electrónicos tengo?
  • ¿Cuántos sumamos entre toda la familia?
  • ¿Qué uso les doy? ¿Realmente les saco partido?
  • ¿Utilizo todos mis electrodomésticos?
  • ¿Los cuido para que me duren más?
  • ¿Cómo podría alargar la vida de mis aparatos?
  • Puedes extender estas preguntas a cualquier otro objeto de uso cotidiano que tengas y que quizá te estés planteando cambiar por otro sin razón aparente… 

No hay respuestas correctas, y este tampoco es un ejercicio de minimalismo (aunque estaría estupendo si lo fuera).

Vivimos en el siglo XXI, y eso quiere decir que ni nuestro hogar, ni nuestro trabajo y ni nuestro ocio son completamente analógicos. Aceptémoslo, pero intentemos hacer que el uso que damos a nuestros aparatos (electrónicos y electrodomésticos) sea el mejor posible para el medio ambiente.

Con este artículo no pretendo paralizar el consumo del mundo ni decirte que no debes cambiar esa vajilla, o ese reproductor de música. Lo que sí que pretendo es que pienses qué hay detrás de ese cambio y darte ideas para que alguien pueda seguir usando ese objeto.

Lo sé, es más fácil no hacerlo de esta manera, mucha gente no lo hace, pero tú estás aquí leyendo este artículo, y eso quiere decir algo.


Me gustaría que, si quieres, charlásemos en los comentarios sobre cualquiera de las preguntas que me surgían mientras escribía este texto, o sobre estas, si lo prefieres:

¿Eras consciente de que existe la obsolescencia psicológica?
¿Cómo te afectan las imágenes que ves en redes sociales, sobre todo, a la hora de querer reemplazar objetos o aparatos de uso cotidiano?
¿Crees que la obsolescencia psicológica afecta más a unas edades que a otras?

12 comentarios

  1. Hola Irene, la verdad que no era consciente de este concepto pero la tenía identificada en mi sin saberlo jiji. Hace poco por ejemplo me deshice de objetos que no usaba y los regalé a personas que si le servían.
    En relación a los aparatos electrónicos en mi caso apuro su uso casi hasta el extremo, por ejemplo mi móvil funciona regular porque ya tiene 4 años (lamentablemente parece que es mucho) pero yo me niego a comprar otro hasta que realmente deje de funcionar por completo. Y al mismo tiempo contestando a las preguntas del artículo recuerdo que tengo otros aparatos que no uso comopor ejemplo una cámara digital.
    Gracias por los artículos,
    Saludos

    1. Hola, Sua;
      Creo que en esta comunidad vas a encontrar muchísima gente con un móvil de los mismos años que el tuyo, y eso me enorgullece, la verdad.
      Es cierto que es un comportamiento al que a lo mejor no ponemos nombre, pero ahí esta.
      Me alegro si este artículo te ha hecho reflexionar sobre tus aparatos electrónicos.
      Un abrazo,

  2. Hola Irene, hace mucho tiempo que no me paso por aquí.
    Maravilloso blog, gracias por hablar de este tema. Solo hay que echar la vista atrás, hace 30 años una bombilla te duraba un lustro, ahora en un lustro pones 30 bombillas… y vamos a peor!.
    Por cierto, me gustaría un artículo sobre el jabón casero, su proceso, sus utilidades y beneficios.
    ¡Siempre un placer leerte!

    1. Hola, Cayetana, gracias por pasarte por aquí y dejar tu mensaje 🙂
      Tienes razón en cuanto a lo que duran las cosas hoy en día, por eso es tan importante que sepamos lo que pasa.

      Sobre el jabón, yo no lo fabrico, por eso no puedo escribir un artículo con ninguna receta, pero te dejo aquí mismo un artículo súper completo de Mariana Matija en su blog Animal de Isla: tiene información muy interesante + una receta casera clásica, para que pruebes.
      https://animaldeisla.com/cual-es-el-jabon-mas-sostenible-una-receta-para-hacer-jabon-liquido-a-partir-de-jabon-en-barra/

      Espero que te guste y te sea útil.
      Si en algún momento yo fabrico jabón no dudes que escribiré sobre ello.
      Un abrazo

  3. Hola, me encantó tu artículo. Ciertamente es un tema de interés común pasa por alto en la mayoría de la gente. Empezar a divulgar siempre es un gran comienzo. Muy interesante la información presentado y muy clara. Espero leer más publicaciones tuyas futuras.

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