¿Se puede cambiar el mundo en una semana?

¿Se puede cambiar el mundo en una semana?

Un día, tras una enorme desgracia que le sucedió a uno de mis mejores amigos, él me dijo: «Es curioso cómo a mí se me ha parado la vida, pero el mundo sigue girando». Me hizo pensar en la cantidad de veces en las que la vida cambia en un segundo. Un accidente, una respuesta o una reacción que no esperabas, un diagnóstico…

Pero también una sorpresa agradable, la respuesta que querías oír, la confirmación de que son buenas noticias, la llamada de alguien que quiere contar contigo en su proyecto…

La vida puede cambiarte en cosa de un momento, para bien o para mal. De eso no hay duda. Tu mundo puede cambiar en ese mínimo margen de tiempo.

La semana pasada comenzaba el Boicot al Plástico propuesto por Zero Waste España, una semana (del 3 al 9 de junio de 2019) en la que se nos instaba a comprar sin envases de plástico innecesarios, sobre todo en el caso de aquellos alimentos en los que es más absurdo, si cabe, comprarlos envasados.

Si hace un año y algo se ponía en marcha la campaña #DesnudaLaFruta para visibilizar estos despropósitos, juegos de mercadotecnia para hacernos comprar más y peor (la campaña, por cierto, sigue en marcha y muy, muy viva) esto se trataba de un boicot en toda regla. ¿Sería la gente capaz de comprar una semana sin envases de plástico innecesarios?

Debajo subyacía otra cuestión muy importante. Voy a intentar explicarla como siento que sucede.

Yo creo que si se venden granadas ya peladas en envases de plástico es porque un día alguien dijo «¡Qué incómodo es pelar una granada! Sería maravilloso que alguien lo hiciera por mí». Y aunque no te lo puedas creer, porque de verdad que es increíble, hay quien pensó lo mismo de un aguacate, de una mandarina, de lo difícil que es trocear una calabaza, o partir un tomate en rodajas.

Y como hay quien tiene oídos en todas partes, alguien escuchó esa súplica y dijo: «¡Claro que sí!». Y nos los sirvió en bandeja. Bueno, me refiero a una bandeja de corcho blanco, con mucho film transparente, o a una especie de tartera de plástico que no se puede reutilizar; o incluso a un envase imposible a medida del aguacate, y le añadió sustancias de vaya usted a saber qué clase para que el aguacate siguiera bonito en el momento de la compra, pasando a ser el primer aguacate con ingredientes de la Historia.

En resumen, yo creo que quien fabrica y manipula alimentos de esa forma es porque sabe que se los van a comprar. Podría tener la tentación de pensar si fue antes el huevo o la gallina, es decir, si primero existió el producto o primero nació la necesidad. Porque una vez metidos en la rueda una ya no sabe si venden aguacate pelado porque lo compran, o lo compran porque lo venden…

Yo creo, sin duda, que primero nació la «necesidad» (permite que lo entrecomille) y que los oídos atentos supieron verla y hacerla suya para vendernos esos productos. Y no al revés. Aunque naturalmente es posible que me equivoque porque yo no estaba allí.

Con esto quiero decir que fabrican lo que compramos. Y cuando dejemos de comprarlo dejarán de fabricarlo. Y esto aplica a otras muchas cosas también. ¿No recuerdas aquellos yogures de una conocida marca española que decían que te hacían bien a la piel? Yo los recuerdo y he intentado buscarlos ahora para enlazarlos en el artículo, pero parece que los han borrado del mundo entero, no sólo de los lineales de los supermercados… El caso es que con esto pasaría lo mismo.

Con la semana del boicot se pretendía llamar la atención de las empresas que envasan este tipo de productos y decirles que no los queremos, que no los vamos a comprar, que no hay demanda para eso, que el planeta está en peligro, que hay que tomar medidas ya, y que no podemos seguir comprando un tomate partido en rodajitas. 

Desconozco los resultados concretos y completos del boicot, tampoco sé lo medibles que son, porque me imagino que no tienen nada que ver con los apagones de electricidad, por ejemplo, en los que la bajada de consumo se ve en las cifras de demanda eléctrica.

Pero creo que igual que la vida te puede cambiar en un momento, en un solo segundo, es posible cambiar el mundo en una semana. Habrá mucha gente que hoy ya no haya pensado lo mismo al comprar las bandejas de corcho blanco con productos frescos que se pueden comprar a granel. De verdad que sé que esa gente existe.

Sé que no ha desaparecido el plástico de la faz de la tierra, ni lo hará en mucho tiempo, por más que hayamos hecho el boicot, pero también sé que hay personas a las que les ha cambiado la vida en una semana, y entonces a mí también me ha cambiado, a mis futuros hijos les ha cambiado, igual que a ti. 

¿Se puede cambiar el mundo en una semana? Sí. Y ojalá sigamos creyéndolo.

Ojalá sigamos planteándonos, de aquí al fin de los días, que semana a semana podemos cambiar el mundo, porque lo estaremos cambiando de verdad.

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