¿Qué te ha traído hasta aquí?

¿Qué te ha traído hasta aquí? Hasta la vida sostenible

Hace unos meses participé en un trabajo de investigación en el que una de las preguntas me pareció muy, muy interesante. Como no estoy segura de poder reproducirla aquí de manera textual, ni tampoco mi respuesta, voy a parafrasearla y a contarte qué me llamó la atención de ella y de mi propia respuesta. 

La pregunta venía a ser algo así como: ¿qué te ha traído hasta aquí? ¿Hay algún hecho de tu infancia que haya motivado que ahora dediques parte de tu tiempo al cuidado y protección de la naturaleza?

Sí, la pregunta era más o menos esa, y si no decía infancia decía pasado, lo cual viene a ser casi más exacto, o más completo para lo que quiero expresar aquí.

Mi respuesta a esta pregunta me sorprendió a mi misma.

No, no hay nada en mi pasado que me haya llevado hasta aquí. No recuerdo ningún hecho concreto, ninguna tarde especial, ningún amanecer que me hiciera reflexionar más que cualquier otro, no recuerdo haber tenido una epifanía de esas que a veces se leen en los «sobre mí» de algunas webs.

Quizá me hubiera gustado, aunque no lo tengo claro: no sé si me cambiaría por una «yo» que en realidad no existe. Creo, sin duda, que hay presión a este respecto, tanto si escribes lo que yo escribo como si te dedicas a la productividad, a la moda o a la nutrición. ¿Explotaste de tanto trabajar un día? ¿De repente descubriste los secretos del estilo? ¿Superaste un problema de salud cuidando tu alimentación?

No creo que quien me preguntara tuviera esa intención, la verdad. Se trataba de un estudio. Lo que me preocupa es  mi propia presión al respecto: me preocupa que mi propia respuesta me pareció pobre, poca cosa. No, no me pasó nada en concreto. Simplemente estoy aquí. No tengo más razón que esa. 

Nací y crecí en una familia como podría ser cualquier otra. Por supuesto, la mía es especial, porque es la mía y me gusta. A los efectos que nos ocupan, era especial porque en casa se separaban residuos antes de que llegara a nuestra vida el contenedor amarillo, el de los envases. Cuando apenas nadie separaba nada y sólo se separaba en papel y el vidrio, ahí estaba mi madre. Esto ya te lo he contado en alguna ocasión. ¿Es eso suficiente? Creo que no… aunque la chispa es eso, una pequeña llama insuficiente para otra cosa que no sea prender la astilla seca. 

La vida en mi casa se sustentaba sobre los parámetros de lo que ahora llamamos «consumo responsable», aunque creo que entonces no lo llamábamos así. De hecho, no lo llamábamos de ninguna manera. Apagar las luces, hacer uso responsable del agua, no tirar comida, heredar la ropa entre hermanos y familiares, no comprar lo que no se necesita o lo que no se puede comprar, etc. Todo al alcance de cualquier familia. Todo esto es consumo responsable, aunque en realidad ahora sabemos que hay muchas más cosas detrás. No obstante creo que esta base es la que me ayuda a consumir como consumo hoy en día.

También nací y crecí en la ciudad, con visitas al campo cada fin de semana. Es lo que tenemos los de Madrid, que decimos de Madrid al cielo, pero en cuanto llega el viernes salimos como leones a que nos dé el aire (el de verdad). He tenido contacto con la naturaleza toda mi vida, unas veces más, unas veces menos.

Pese a no haber crecido en la burbuja que muchos suponen, soy alérgica a todo el polen y todas las gramíneas que te puedas imaginar, por lo que el campo en primavera no es mi plan favorito.

No soy especialmente atlética (ya te adelanté algo en este artículo) por lo que las caminatas por el campo y la montaña me parecen bien, pero tampoco abusemos porque tengo un límite físico.

Por razones meramente evolutivas (me refiero a las de mi propia evolución como persona) me oriento mejor en el Metro que en cualquier lugar del mundo, incluyendo el asfalto, en el que puedo perderme igual que me perdería en cualquier otro sitio, aunque con la tranquilidad de que siempre puedo encontrar una boca de Metro en la siguiente calle.

Y aunque no sea muy popular decirlo, me dan miedo muchos animales, así que tampoco soy de las que se van a montar a caballo o a pasear con un perro.

Fuera de mi ambiente, donde puedo desenvolverme mejor es en un pueblo, que es para mí como la mezcla perfecta entre la naturaleza que anhelo y el asfalto del que procedo.

Y aún así estoy aquí. 

Estoy aquí porque un día, y luego otro, y luego otro, vi que no había más remedio que estar. Que este barco es el barco de todos, y que le estábamos haciendo agujeros por todas partes. No tengo ese aniversario en el que me di cuenta de todo, ni en el que pensé en hacer esto o aquello. Tengo muchos, aunque no los recuerde.

Supongo que muchas gotas colman un vaso, quizá la conciencia se crea a partir de gotas que calan cada día, que empapan, y no de chaparrones que caen una noche para dejar paso al sol al día siguiente.

Supongo que un día me di cuenta de que estábamos haciendo daño a la tierra. Perdón, personalizo: de que yo estaba haciendo daño a la tierra. Y empecé a investigar, a cambiar mi pensamiento y (lo más importante) a cambiar mi forma de actuar. No recuerdo el momento concreto. Habrá sido algo orgánico, con lo que nos gusta aquí esa palabra.

Y pensando en esto me di cuenta de que la pregunta era estupenda porque me ha regalado un momento precioso: he visto claro que aunque no tengo la historia que me parecía que debía tener, tengo la mía, claro que sí.

Esta es mi historia, esto es lo que me ha traído hasta aquí. Muchas gotas, muchos libros, mucha información, muchas ideas, muchas personas, muchos ejemplos, muchas voces, muchas cosas, repetidas muchos días.

He querido contarte esto para charlar, si quieres.

Esta es mi historia, y a ti ¿qué te ha traído hasta aquí?

56 comentarios

  1. Hola Irene,
    Estupendo post. Gracias por compartirlo con nosotros.
    Yo tampoco tengo una historia que me haya hecho llegar hasta aquí así que me identifico bastante con tu historia.
    Yo llegué aquí a través de la alimentación y la slow life… Ya… No es una gran historia pero también le doy valor porque es la mía 😉
    Un abrazo
    Paula de EfectoGreen

    1. ¡Eso es, Paula! A mí me gusta tu historia porque viene por el camino de tu salud y la del planeta 🙂 Un abrazo,

  2. Creo que lo que me ha llevado hasta aquí es que siempre he sido una ahorradora nata y de ahí ahorradora de recursos, sobre todo cuando mi poder adquisitivo era más reducido y luego cuando podía gastar más, me di cuenta que sin habermelo propuesto, estaba poniendo mi granito de arena, pequeño muy pequeño pero granito a fin de cuentas para cuidar nuestro planeta.
    Gracias por tu artículo, como siempre me hace reflexionar y eso siempre es bueno.

    1. Gracias por dejar tu experiencia, María Victoria. Ahorrar dinero y recursos está casi siempre relacionado. Todos los granos que se puedan aportar son importantes, ¡siempre! Un abrazo,

  3. Como muchos, nuestra infancia, lo que vivimos, nuestras madres, nuestros maestros, nuestros intereses personales, encontrarse con algunas personas que inspiran….todo ha ido creando conciencia y los cambios llegan despacio. Pero en mi historia personal, el hecho de formar una familia y educar a mis hijas me ha hecho sentirme más responsable todavía, y obligarme a revisarme, revisar nuestra forma de vida, revisar si es coherente con mis valores y los que quiero transmitir. Además, en este camino, la presencia de dos seres para los que soy ejemplo y todavía «la más sabia del universo», me recuerda que el mundo no es nuestro, sino de todas las generaciones que lo habitarán…
    Gracias por tu sencillez y tu sensibilidad. Y por mantener este espacio para compartir con el mismo carácter.

    1. Hola, Isa. Leyendo el comentario que has escrito no he podido evitar sonreír, por dentro y por fuera.
      «el mundo no es nuestro, sino de todas las generaciones que lo habitarán…» 🙂
      Es un camino estupendo para llegar a la vida sostenible.
      Gracias por tu reflexión y por dejarla al pie de este artículo.
      Un abrazo,

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