
Todas las estaciones y temporadas tienen sus cosas bonitas, cada una a su estilo, con sus colores y sus sabores, con sus actividades típicas, con todo eso que no debes perderte si no quieres dejar pasar de largo la estación en cuestión.
Sí, todas lo tienen, pero esta parte del año es, sin duda alguna, mi favorita.
Es esta transición entre el otoño y el invierno la época del año que más me gusta y que más disfruto. Es la que creo que tiene los colores más vivos, la que tiene mis sabores favoritos, la que me recuerda a los lugares de mi infancia, aunque me acuerde de mi infancia en otros muchos momentos.
La prefiero sobre cualquier otra época del año, y más aún en éste 2016, que se ha hecho tanto de rogar.
Esta estación, o esta transición entre estaciones, es el tiempo de las cosas más bonitas.
Es tiempo de bosques, de hojas que caen de los árboles, de caminar sobre lechos color mostaza y hacer crujir las hojas bajo los pies. De saber que debajo de ti hay un mundo blandito, que es un micro cosmos y que se alimenta a sí mismo, y que a la vez alimentará la tierra en unos meses.
Es tiempo de guantes, de abrigarse, de llegar a casa y encontrar el calor reconfortante del hogar, ese calor que no se encuentra en ningún otro lado.
Es el tiempo de las calabazas, de las naranjas, de los boniatos, de las setas, de los membrillos. De todo eso, sí, y es tiempo de asarlos en la lumbre, o donde se pueda, para disfrutarlos calentitos; o de hacer conserva para comer el resto del año.
Sí, también es tiempo de comprar cucuruchos de castañas calientes por las calles, para hacer crujir su cáscara y que caiga en las manos ese fruto que ya sabe dulce.
Y también es tiempo de fuego, de chimenea, de observar las llamas durante muchos minutos. Luego una piensa que acaba de llegar, que sólo ha pasado un momento, pero el reloj dice que lleva al menos una hora mirando cómo arde ese tronco.
Es tiempo de dulces, de sacar la artillería pesada porque, aunque una intente moderarse con el azúcar el resto de días del año, hay cosas a las que no puede resistirse. Es el momento de los dulces de almendras, de comer lo que llevamos siglos comiendo, de disfrutar de un bizcocho recién hecho, o de un trozo o una taza de chocolate.
Es tiempo de adornos, de engalanar, de reconciliarse con la casa propia y sacar lo mejor que tiene. Es tiempo de figuritas, de espumillones, de reponer lo que no ha sobrevivido un año espachurrado en una caja.
Sí, es tiempo de muchas cosas bonitas para el exterior, para el vivir hacia fuera.
Pero también es el tiempo de las cosas más bonitas para el interior de cada uno de nosotros.
Es el tiempo de la espera, de la preparación, el tiempo paciente de quien sabe que algo grande se acerca, del que prepara la casa y la limpia para que todo esté en orden cuando esa persona llegue. Todo eso es el Adviento, y todo eso significa cada ventanita del calendario.
Es el tiempo de la ilusión, tanto para los grandes como para los más pequeños. ¡Ah!, esos pequeños y su manía de vivir todo con una intensidad tal que parece que no volverá a repetirse…
Quizá sea tiempo, sí, de aprender a vivir como ellos. Nosotros, tan adultos, que ya sabemos lo que pasa cada uno de los días de estas fiestas, que tenemos las emociones bajo control. Es tiempo de mirar a nuestros niños y contagiarse de esa ilusión de las primeras veces, para empezar a vivir cada día como si la vida fuese eso.
Es tiempo de no dejarse deslumbrar por lo de fuera, aunque reconozco que es difícil. Nos hemos metido en una buena con esto de las luces y las compras, pero no te preocupes que de todo se sale. Requiere trabajo por nuestra parte, y mucha ayuda mutua entre los que pensamos igual, pero podremos con ello.
Es tiempo de las buenas acciones, de las campañas para ayudar a los que más lo necesitan. Aunque lo necesitan todo el año, no sólo ahora, yo pienso que estos momentos ayudan a hacer visibles muchas realidades que no se nos deben olvidar. Así que es tiempo de tomar nota y de comprometerse a seguir siendo solidarios cuando se apaguen las luces.
Es tiempo de trabajo interior, porque son momentos duros. Hay días de mayor alegría, y otros que son un suplicio, porque como somos adultos nos acordamos de los que no están, o de aquello que hicimos aquel año y que esta vez no hemos podido repetir, o porque queremos que todo lo que se ve por fuera esté perfecto… Sí, todo esto requiere mucho trabajo en la zona del corazón.
Es un tiempo muy bonito por fuera, pero será mejor aún si hacemos que sea bonito por dentro.
Sí, es tiempo de crecer hacia dentro.
Sí, este es el tiempo de las cosas más bonitas.
¿Estás de preparativos?
Deja todo listo para las fiestas de Navidad, pero con cabeza, con la ayuda de estos artículos del archivo de RECOLECTORA.
Irene me encanta como lo cuentas. Cada estación tiene sus cosas bonitas y cuanto más sencillas sean esas cosas más bonitas son. No perdamos el norte esta navidad quedemonos con las cosas que realmente importan y aportan. Feliz semana
¡Me alegro de que te haya gustado este artículo, Gemma!
Un abrazo enorme,
Le está costando a esta estación entrar. Han venido días de lluvias torrenciales pero hoy vuelve el calor. Y aquí al menos apenas ha hecho frío. Así que este año poquitas castañas asadas, con lo que me gustan, y poquito abrigo, con lo que me gusta también. A ver si el invierno entra en este mes de verdad y no sólo se queda en una fecha del almanaque. Y ahora toca prepararse para estas fechas que se acercan, sobre todo interiormente, como bien señalas.
Besotes!!!
¡Hola Margari! He estado siguiendo las noticias de lluvia por vuestra zona hace una semana… ¡Espero que ya esté todo bien!
Feliz preparación interior 🙂
Un abrazo,
A mi también me encanta esta época del año, y me encanta cómo lo escribes 🙂 Con este post me han venido aún más ganas de volver a casa de mis padres por unos días (estoy estudiando en el extranjero) y disfrutar con mi família de todas estas cosas 🙂
¡Pues qué alegría me das, Irene! Espero que puedas volver pronto, por estas fechas (como el turrón) o lo antes que puedas, disfrutar de ellos.
Al fin y al cabo, y como decía Dorothy, «se está mejor en casa que en ningún sitio».
Un abrazo,
Me encanta Irene, me has transportado a mi infancia, a como olía la casa de mis abuelos, a manzana verde, a membrillos, a buñuelos con anises. Tienes el don de transportar a quien te lee y eso es maravilloso. El Yoga de la introspección me lleva a refugiarme dentro de mi y reflexionar sobre lo de estar todo lindo por dentro. Te quiero Irene larecolectora
Querida Paz, como ya te he dado un abrazo en persona pocas palabras puedo añadir… 🙂
Hola Irene, he empezado a seguir tu blog ahora y he visto esta entrada del año pasado que me ha encantado. Es perfecta para esta epoca del año!
Muchas gracias por tus bonitas palabras, Ana María. 🙂
¡Bienvenida a RECOLECTORA!