Las 5 armas más poderosas para que todo te parezca estupendo (sin ser conformista)

Las 5 armas más poderosas para que todo te parezca estupendo

No sé si me pasa solo a mí pero es cierto: tengo una suerte tremenda. Cuando salgo de casa y voy a algún comercio o restaurante la gente me atiende bien, me ayuda si necesito algo, la comida está a mi gusto, el local es de mi agrado… En general, en el 99% de los casos, me sucede. ¿Seré rara?

Te lo digo en serio, creo que algo me pasa. Te lo comento porque cuando hablo con gente cercana a mí escucho que a ellos no les atienden bien casi nunca, el taxista pocas veces es amable, el camarero era un seco, etcétera. Y he llegado a pensar que es que a lo mejor yo estoy loca o vivo en un mundo de fantasía (o en otra ciudad).

Naturalmente hay veces que me quejo, y sé que puedo hacerlo porque yo pongo mucho de mi parte cuando me comunico con un desconocido, abajo verás cómo. Se me viene a la cabeza la pasada semana, cuando el hombre de la ventanilla del banco no me dirigió la palabra hasta que terminó la transacción que yo iba a hacer. Era la primera vez que hacía esa operación y le di unas instrucciones básicas para comenzar, esperando que en el momento adecuado él me preguntara los datos siguientes. Pero como no me dijo nada en todo el tiempo que estuve allí acabó haciendo lo que le vino en gana a él, y tuvo que deshacer la operación porque no era eso lo que yo necesitaba.

Casi todo es cuestión de expectativas

Analizando algunos casos, y teniendo en cuenta mi carácter (que dicen que es pacífico, o así intento que sea), he llegado a una conclusión muy sencilla: no se trata de que yo me conforme con todo, aunque pueda parecerlo, sino que tengo unas expectativas que están en la tierra.

Conozco gente que parece que siempre come caviar en casa. En serio. No es nada malo comer caviar todos los días (¿o sí?), aunque te aseguro que esa gente no lo hace tampoco; lo que más me sorprende es que cuando sale a tomar una cerveza se asombra de que el local tenga palillos en el suelo, o que las tapas no sean «selectas», o de que el hotel no tenga vistas al Kilimanjaro.

También sé de gente que cree que el que trabaja de cara al público está a su servicio, y tiene que satisfacer sus demandas como si fuera un robot. De acuerdo, todos tenemos que hacer nuestro trabajo lo mejor que sepamos, pero atender caprichos tiene un límite (el de la paciencia humana, que varía en función de cada persona pero que al final siempre se manifiesta) y todos podemos tener un día horrible, aunque lo capeemos como mejor podamos.

Estoy segura de que tú también conoces gente así.

Las 5 armas más poderosas para que todo te parezca estupendo

No pretendo darte lecciones de buen comportamiento pero he observado conductas que no me gustan a mi alrededor, y creo que es importante sentar de nuevo algunas bases. Las normas de conducta básicas han dejado de serlo desde hace algún tiempo, me parece a mí…

[Tweet «Las normas de conducta básicas ya no lo son tanto… ¿las recuperamos? #RecolectoraWeb»]

Todos hacemos la sociedad que vivimos, todos somos parte de la ciudad que habitamos y de las calles que pisamos, y entre todos conformamos lo que es de ella. Así de simple. Por eso me atrevo a escribir este artículo y a ponerlo en la pestaña «Cuida de todos», porque me gusta la gente amable, las ciudades agradables y los ciudadanos conscientes.

Si creías que lo que pasaba cuando salías de casa era ajeno a ti, te equivocabas. Hay algunas cosas que puedes hacer si quieres que todo esté bien a tu alrededor, son sencillas, te lo prometo. No requien que te conformes con todo, pero te aseguro que dan resultado en la mayoría de los casos.

  • Saludar y despedirse. Dar los buenos días, las buenas tardes, o decir hasta luego cuando te marchas. Parece muy anticuado pero es una de las normas de comportamiento más básicas que existen. Saludar a la persona a la que nos dirigimos pone en marcha los mecanismos de comunicación, y si se hace con educación predispone para bien a la otra persona. En comercios, bares y restaurantes me parece educado comenzar así, porque al fin y al cabo al entrar en su local estás entrando en su negocio, que es algo muy parecido a su casa.
  • Dar las gracias. Alguna vez me han dicho que digo mucho la palabra «gracias», ya ves tú… Yo creo que hay quien lo dice muy poco, y muchas veces deberíamos. Por ejemplo, que un camarero te sirva la bebida justo como a ti te gusta, aunque se salga de la bebida estándar que se sirve en ese bar, es muy de agradecer. De acuerdo, él gana un cliente y atenderte bien es su trabajo, pero el que se esfuerza por hacerte la vida mejor merece, aunque sea, una palabrita.
  • Ser paciente y relativizar. Aquí es donde muchos me llamarán conformista. Lo que me pasa es que muy mal tiene que estar algo o muy pésima ha tenido que ser la atención que me han prestado para que yo me queje. ¿Por qué? Por lo que te cuento ahora mismo:
  • Todos podemos tener un mal día. Sí, como lo oyes. Todos discutimos con nuestra pareja, todos nos ponemos enfermos y vamos a trabajar aunque sabemos que iremos más lentos, todos nos levantamos de malas alguna vez, a todos nos ha disgustado nuestro trabajo en algún momento… Eso incluye a la gente que vende camisetas en una tienda de ropa, al que te pone un café a las 8.00h y a mí misma, que a veces no doy pie con bola. Ponerse en la piel del otro y pensar que ha podido tener un mal día es más sencillo que despotricar a la primera de cambio.
  • Sonreír. Tampoco hay que falsear nada, porque seguro que algunas veces no te apetece hacerlo, pero la persona que te atiende te atenderá mejor si lo haces que si no. Es una cuestión de apariencias, aunque suene superficial decirlo: llegando con cara de pocos amigos cualquiera se pondría en guardia; apareciendo con una sonrisa se entiende que vienes de buenas. Sonreír al pedir un café o cuando preguntas a alguien si se baja en la siguiente parada marca (mucho) la diferencia.

Con estas 5 cosas que yo aplico cada día logro que todo lo que pasa a mi alrededor cuando salgo de casa me parezca bien, pero no porque yo me conforme con lo que hay, sino porque en la mayoría de los casos está bien de verdad.

¿Crees que vivo en una burbuja?

¿O te pasa como a mí, que vas por vida de otra manera?

¿Crees que hace falta repasar estas normas básicas?

¿Qué otras poderosas armas tienes tú para vivir en sociedad de forma amable?

24 comentarios

  1. ¡Hola Irene!

    Me ha encantado leerte porque has definido a la perfección cómo debe (o debería) ser una persona amable con la vida 🙂 Hay que dar las gracias, sonreír, saludar siempre sin esperar nada a cambio, porque nos apetece.

    Por otra parte hay que cultivar la compasión hacia los demás. Como bien dices, todo el mundo puede tener un mal día pero eso no tiene por qué afectarnos personalmente ni a la hora de regalar este tipo de ‘básicos’ tan olvidados.

    Hay un cuento de Buda que me gusta mucho y creo que tiene que ver mucho con ser ecuánime con la vida, nuestra relación con los demás y cómo reaccionamos a nuestro entorno:

    En una ocasión cuando Buda estaba predicando su doctrina, un hombre se le acercó y comenzó a insultarlo e intentar agredirlo pero Buda se mantuvo en un estado de imperturbable serenidad y silencio. Cuando hubo terminado su acción, se retiró.

    Un discípulo que se sintió indignado por los insultos que el hombre lanzó contra Buda le preguntó porqué dejó que lo maltratara y lo agrediera. A lo que Buda respondió con segura tranquilidad: -“Si yo te regalo un caballo pero tú no lo aceptas ¿de quién es el regalo?”

    El discípulo contestó: -“Si no lo acepto, sería tuyo todavía”.

    Entonces Buda respondió: -«Bueno. Estas personas emplean parte de su tiempo en regalarme sus insultos, pero al igual que un regalo, yo elijo si quiero aceptarlo o no. Los insultos son como regalos: si lo recoges, lo aceptas; si no lo recoges, quien te insulta se lo queda en sus manos. No podemos culpar al que insulta de nuestra decisión de aceptar su regalo. Por esa misma razón, esos insultos son para mí como un regalo que elijo no recoger. Simplemente los dejo en los mismos labios de donde salen.”

    Feliz vida Irene 😉

    1. ¡Muchas gracias por este cuento, Sandra! Lo apunto en mi cuaderno porque seguro que me es muy útil en cualquier otro momento más 🙂 gracias, gracias, gracias, porque no lo conocía.
      Un abrazo,

  2. Hola Irene, de nuevo un post que se lee solo. Como digo yo. Tan bueno y tan cercano.

    Pues estoy de acuerdo contigo en que hay que ponerse en la piel de los demás. Pero sobretodo creo que una de las principales razones, además de haber caído esas «normas básicas» es que vamos por la vida pensando que los demás hacen todo para molestar, que nadie tiene nada bueno que ofrecer sin darnos cuenta de que es más importante cómo dejamos que nos afecten las cosas.

    Dicen que el cómo ves a los demás es un reflejo de cómo te ves a ti mismo. Pues creo que esa frase resume un poco lo que vienes a decir. Quizás si primero hiciéramos un trabajo interno dejaría de afectarnos tanto que la reacción de los demás no sea «la que creemos merecer» sino que nos centraríamos más en dar lo mejor de nosotros y eso automáticamente nos devolvería también lo mejor del otro. Yo lo veo así.

    Y no, no eres una rara. A mi también me pasan estas cosas. ¿Pero sabes cuando? Cuando más en paz conmigo misma estoy. Por eso creo en lo que te decía de que si estamos bien, lo de afuera te afecta si dejas que te afecte si no, es pasajero. Y no eres una víctima de la sociedad sino una persona calmada que disfruta de conversaciones con desconocidos o le sonríe a la persona que le atiende mal en el banco porque esa sonrisa también es para ti, para tu espíritu.

    Me gustó mucho la humildad de este post Irene. Gracias

    Un abrazo

    1. ¡Hola Nazaret! Estoy de acuerdo contigo en que cómo ves a los demás es el reflejo de lo que ves en ti. He tenido otras épocas más oscuras, en las que no he estado como estoy ahora, y me ha pasado eso que dices. Así que sí, es fundamental estar en paz con una misma para hacer del mundo un lugar mejor.
      Gracias por tu comentario.
      Un abrazo,

    1. ¡Hola Rocío! Gracias por pasar por aquí y por pararte a dejar tu comentario. Yo también espero que estéis bien.
      Te mando un abrazo muy grande 🙂

  3. Cierto Irene… Hemos perdido las normas básicas de convivencia, exigimos demasiado y creemos que todo el mundo debería estar a nuestra disposición. El raro es el que da los buenos días o las gracias. Tendemos a ver sólo lo negativo, creamos conflictos de roces habituales de la convivencia y nos tomamos todo personalmente. A mí me resulta curioso como a ti que me digan que doy las gracias demasiado y no entiendo por ejemplo por qué un vecino me saluda en el portal y un metro más allá en la calle me esquiva la mirada… Responsabilizarnos de nuestras decisiones (los demás no son siempre culpables) y crear un buen ambiente, depende de nosotros.

    1. ¡Has dado en el clavo, Sara! Somos responsables del ambiente que tenemos alrededor. Y debemos dejar de sentirnos mal por ir por la vida de buenas.
      Un abrazo,

  4. Hola!

    Muy buen artículo. Cierto, las formas se van perdiendo. Al hilo de esto, recuerdo que hace unos días llamé amistosamente la atención a una amiga por la costumbre cada vez más extendida de dirigirse a los demás a través de redes sociales y programas de mensajería como si hubiéramos estado tomando un café diez minutos antes. Prima la rapidez, el interés, la eficiencia (mal entendida, creo yo)… y hay que recortar en todo lo que no reporta un beneficio directo.

    Y al igual que en el lenguaje, supongo que ocurre con todo. Lo primero soy yo, y si no me agrada lo que haces, o estoy asqueado con mi vida, o cualquiera de las mil circunstancias que tienden a dividir a la gente, me ahorro las formas. Soy poco partidario igualmente de recriminar, dentro de ciertos límites, los errores ajenos, y pienso del mismo modo que debería considerarse como obligación decir hola y adiós, gracias y de nada. No podemos entregarnos de forma tan absurda al mercantilismo de un bien o servicio a cambio de un dinero y punto. Si damos lugar a que llegue el día en que todo se resuma a eso, habremos alcanzado la deshumanización por completo.

    Luego hay otra cosa, que no sabría definir bien pero intuyo que existe. Se ha dicho de siempre que «aquello que siembras, será lo que recojas». La apertura a los demás, junto al buen trato, la paciencia y la empatía, generan sinergias. Y lo contrario a veces lleva a que te impregne aquello que no comprendes o que incluso desprecias. Como si esa falta de humanidad se mezclara con negativismo y se volviera contra el mismo individuo.

    Así está el mundo. Confiemos en que al menos no empeore.

    Salud y mar!

    1. ¡Gracias por tu comentario, LectorFiel!
      Qué interesante eso que comentas acerca de las redes sociales y los mensajes instantáneos. ¡Saludar ahí también es necesario! Cuando me llega un mensaje de esos, directísimo y al grano, y que además requiere contestación inmediata, no puedo evitar sentirme asaltada.
      Un abrazo grande, y a seguir sembrando buen trato por el mundo 🙂

  5. Que bonito, me ha encantado! Yo también soy de las que casi siempre están encantadas con todo, creo que sobretodo es porque así lo busco, y por eso focalizo mi atención en las cosas buenas, que casi siempre las hay.

    En cuanto a lo de las normas básicas, yo añadiría por ejemplo la siguiente: Antes de viajar a un país extranjero, aprender en el idioma del lugar al que vas las expresiones «hola», «adiós», «gracias», «de nada», «perdón» y «¿habla usted español/inglés?» Solo con que vean ese pequeño esfuerzo, y sobretodo si va a acompañado de una sonrisa, tienes el éxito asegurado. A mi al menos así me han tratado siempre de maravilla!

    Muchas gracias por tu post, es la primera vez que te leo y la verdad es que da gusto encontrar cosas así!

    Saludos!

    1. ¡Hola Mónica! Bienvenida a RECOLECTORA 🙂 espero que te quedes con nosotros mucho tiempo.
      Me encanta tu aportación para hacer un mundo mejor en una ciudad extranjera: tienes razón en que un par de palabritas aprendidas antes del viaje es una cortesía para los habitantes de la zona que visitas, y seguro que además abre muchas puertas.
      Gracias por dejar aquí tu comentario. Un abrazo,

  6. Hola Irene, me ha encantado el post!!
    Al igual que tú, opino que muchas veces salimos con unas expectativas que no se corresponden con la realidad que nos rodea. Cuando tenemos un mal día ya salimos con el chip «negativo / destructivo» puesto desde casa y creo que eso nos crea la impresión de que las personas que se cruzan con nosotros a lo largo del día no son lo suficientemente amables. Quizás somos nosotros los que hemos entrado sin saludar a esa cafetería en la que pensamos que el camarero no nos ha atendido correctamente.
    Un saludito

  7. ¡Hola Irene! Me ha encantado leer este post, me he sentido identificada con tus palabras. Y es que de verdad que lo creo, ¡la actitud lo es todo! Además, la educación y los buenos modales son algo que valoro muchísimo 🙂 ¡Feliz semana!

    1. ¡Claro que sí, Khristina! ¡La educación tiene que estar en alza! Me alegro de estar de acuerdo contigo en esto. Como ves, somos muchos los que pensamos así también. Me he dado una vuelta por tu blog y me ha gustado mucho. Un abrazo,

  8. Hola Irene!!
    Me ha encantado el artículo. Considero que debes portarte con la gente como te gustaría que se portaran contigo.
    Las normas básicas de cortesía se están perdiendo y así nos va.
    Yo también apunto el cuento de Buda , seguro que lo utilizo en más de una ocasión.
    Un abrazo

    1. ¡Muchas gracias por pararte a comentar, Mariví!
      Desde luego estoy convencida de que lo mejor de este blog es lo que se cuece en los comentarios, yo aprendo y todo el que pasa por aquí también, así que gracias a todos por dejar vuestras impresiones.
      Un abrazo grande 🙂

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