El viernes pasado se celebró el estupendo viernes negro en el que casi todos los comercios que conozco hicieron rebajas a sus precios para iniciar la campaña de Navidad a finales de noviembre. ¡Que no decaigan las compras!
Ese mismo viernes yo fui al supermercado para tener listas algunas cosas de cara a la semana siguiente, cosas que me gusta tener a mano para llevar a la oficina y poder comer como quiero. En esa visita a la tienda me di cuenta de que no hace falta importar unas rebajas del extranjero para que nos traten como a consumidores todos los días.
Dice la RAE que consumidor es aquel que consume, o el que adquiere productos de consumo o utiliza ciertos servicios. Así visto todos somos consumidores, pues me parece que es complicado no adquirir nada que vaya a ser consumido (comido, bebido, utilizado, visto…) a lo largo de nuestra vida. Lo patológico, en mi opinión, es que se nos considere así de primeras, es decir: para muchos en esta tierra antes que personas somos consumidores y nosotros hacemos poco por remediarlo.
Sigo con lo que me pasó el viernes, que no tiene desperdicio. Estaba yo en la sección de frutas buscando aguacates cuando me encontré con que había dos posibles opciones frente a mí: el aguacate a granel y el que venía envasado en bandejas de corcho. Obviamente opté por el granel para no llevar a mi casa una bandeja innecesaria, pero algo llamó mi atención en ellas y me paré a mirarlo. Resulta que el precio de cada una de esas bandejas de dos aguacates era siempre ligeramente inferior, o prácticamente igual, que el kilo de aguacates a granel, mientras que si te fijabas en el precio por kilo, que evidentemente estaba escrito más pequeño en la etiqueta, ¡era el doble que en el granel!
El que compra una bandeja de aguacates cree estar comprando una ganga, porque cree estar pagando menos dinero que el que está comprando a granel. Los precios marcados en grande en ambos productos así lo sugerían. Sin embargo comprando a granel en realidad estabas pagando la mitad de precio, ni más ni menos, pero había que hacer un esfuerzo para darse cuenta. Entiendo que la bandeja cuesta un dinero, y que montarla también, pero… ¿hasta el doble? Sin comentarios.
Esto unido al famoso viernes negro, a las compras desaforadas y a lo que se avecina en las fiesta próximas me hizo reflexionar: nos tratan como a consumidores, como a seres «comprantes», no pensantes, y lo peor es que tienen razón. Pensamos poco mientras compramos, y deberíamos hacerlo mucho más para que nos tomaran en serio.
La semana pasada, en mi Boletín Exclusivo, yo contaba a mis suscriptores las lecciones que deberíamos aprender de nuestros abuelos. Una de ellas era reflexionar si realmente necesitamos algo antes de comprarlo. Pensar antes de comprar te convierte en alguien con mucho poder. Tus decisiones de consumo son muy importantes y marcan la tendencia, lo que las empresas van a querer producir y ofrecerte. ¿Cómo vas a desperdiciar esa oportunidad de cambiar el mundo?
Tú, que quieres llevar una vida sostenible, tienes que consumir con cabeza y pensar antes de comprar, sin duda alguna. Para ello puedes poner en marcha estas pautas.
Ten claras tus necesidades
Cuando tú mismo sabes lo que necesitas no es necesario que nadie venga a contártelo. Las necesidades creadas son la especialidad del siglo XXI, o ¿acaso crees que necesitas esa tablet para poder vivir, o consultar el correo electrónico en tu móvil en tiempo real? ¿Y qué me dices de ese vestido que necesitas comprar porque el que tienes en el armario ya no se lleva?
Si sabes lo que realmente te hace falta nadie podrá venderte la moto en revistas o en anuncios, y eso es un punto a tu favor.
Compra lo que no se anuncia
Una de mis citas favoritas es de Satish Kumar, un activista que vive en Londres y dice: “Es la comida basura la que necesita publicidad para que la gente la consuma. El agua pura no necesita anuncios”. Me gusta porque dice una verdad muy grande, y porque la dice alguien que vive en el siglo XXI.
¿Por qué las empresas gastan millones en crear campañas de publicidad emotivas y preciosas para vendernos algo que no necesitamos, que no queríamos hasta hace un segundo o que no es bueno para nuestra salud? Sencillamente porque si pensásemos un poco no compraríamos lo que nos venden.
Comprar aquello que no necesita anuncios (como los productos a granel, que siguen vendiéndose solos) es otro paso más hacia el ser pensante que se enfrenta a las compras con cabeza.
Lee las etiquetas
Es fundamental para hacer una compra consciente y responsable. ¿Sabes cuánto azúcar lleva escondido ese yogur que dicen que no tiene grasa y te va a mantener esbelta como a la del anuncio? ¿O cuánto aceite de palma hay en casi todos los productos envasados? ¿Y dónde se ha hecho la camiseta que llevas puesta?
Leer cuidadosamente las etiquetas de lo que compras te ayuda a elegir mejor lo que quieres en tu despensa, en tu armario y en tu vida. Además, practicando esa costumbre es posible que puedas premiar a aquellas empresas con las que estás más de acuerdo.
Si no puedes elegir lo que te gustaría (porque muchas veces la economía no lo permite) siempre es mejor estar informado y ser consciente de lo que consumes.
Compara los precios
Es fácil leer las letras grandes de las etiquetas y dejarse llevar, pero lo mejor es siempre conocer estos precios:
- El precio por kilo, cuando hablamos de productos frescos o con algunos envasados. Prueba a comparar los precios de la frutería como hice yo con los aguacates, o el de las conservas de verduras. Otro ejemplo: muchas veces parece que comprar botes de conserva más grandes nos hará ahorrar dinero, pero no siempre es así.
- El precio por unidad, cuando se trata de paquetes de productos. Quizá un paquete sea más barato que otro, pero ¿contiene las mismas unidades? Hay que fijarse en todo.
- El precio sin ofertas. Me resultan especialmente feas esas ofertas de 3×2 en las que te ponen en letra cinco veces mayor el precio de cada una unidad una vez que te llevas tres. Si no tienes cuidado puedes pensar que ese es el precio de una sola unidad, cuando en realidad tendrías que llevarte tres para que se aplicara. En alguna ocasión he visto a alguna persona mayor apurada interpretando estos letreros.
Da oportunidades a todos
Existen muchos productos disponibles que no vienen de grandes empresas y que son igual de buenos o que incluso pueden gustarte más. No me refiero solo a las marcas blancas de cada supermercado, sino a otros muchos que sí tienen marca, pero no es conocida.
Pueden ser productos de cooperativas o de pequeños productores que no tienen dinero para anunciarse pero que también tienen que ganarse la vida. ¿Por qué no darles una oportunidad? Además, recuerda que en España son las pequeñas empresas las que están marcando la diferencia, tanto en el terreno de los productos ecológicos como en el de los tradicionales, y merecen nuestro apoyo y que apostemos por ellos.
Con estas 5 herramientas es más sencillo enfrentarse a cualquier compra pensando, y no solamente consumiendo.
Soy consiente de que durante muchos años se ha desarrollado toda una ciencia de marketing para conseguir que el cliente compre productos o los vea como necesarios. No pretendo decir que eso no valga para nada, más bien al contrario. Indagando un poco en este tema se llega fácilmente a la conclusión de que el ser humano es extraordinario, en esto también, porque el marketing es una herramienta muy poderosa para el que la maneja bien.
Por eso es importante no dejarse llevar por lo fácil y hacer un pequeño esfuerzo. Ya sabes que al final tú eres el que tiene más poder en este caso. Dejar de comprar algún producto o alguna marca que no se ajusta a lo que tú quieres del mundo es prácticamente una forma de votar cada día, de decir lo que sí quieres y premiar al que lo hace realidad.
Como siempre, no subestimes el poder que tiene cada cosa que tú haces y, ante todo, no dejes que te traten simplemente como a un consumidor.
Cuéntame:
¿Cuándo te has sentido como un consumidor? ¿Tienes alguna anécdota o ejemplo que puedas contarnos?
¿Qué haces para ponerle remedio?
¿Sueles reflexionar tus compras antes de hacerlas?
Excelente post Irene,
A veces resulta insultante la manera en que nos tratan. A mi me pasa especialmente con las ofertas 3×2.
Sigue asi, un saludo
Muchas gracias por tu comentario, Pere, y por haber compartido mi artículo el otro día. Lo bueno de darse cuenta de que nos engañan es que podemos cambiar las cosas haciendo compras más conscientes.
Un abrazo,