En esto de la ecología y la sostenibilidad hay batallas grandes que intentamos librar cada día, en la medida de nuestras posibilidades. Una de las batallas más duras es la obsolescencia programada.
[Antes de seguir te aclaro algo: esta no es una entrada patrocinada. ¡Si lo fuera te lo diría!]
Este sábado una de mis mejores amigas entró en nuestro grupo de Whatsapp tras años de comunicarnos con ella por sms. Al final la vida académica y laboral han hecho que tenga necesidad de esta red de mensajes instantáneos y urgentes, y para estar al tanto de todo ha tenido que unirse a un club que nunca le ha hecho especial ilusión y sin el que ha sabido vivir todo este tiempo. Ella era la única que quedaba de la gente que conozco.
Admiro a mi amiga, que ha sobrevivido mucho más tiempo que yo usando solamente mensajes de texto con un móvil de los de antes que, por cierto, aún funcionaba aunque a veces iba a trancas y barrancas (como el tuyo y el mío, que a veces pierden el norte y como son táctiles no podemos hacer nada con ellos).
No sé si mi amiga es digna de admirar porque ha resistido a todas las modas y a todos los modelos de móviles inteligentes que se han fabricado hasta ahora, o si el que es digno de admirar es su teléfono, que seguía vivito y coleando, y desde el que me llamó el viernes pasado para ver dónde quedábamos el domingo. Creo que ambos son impresionantes.
La historia de mi amiga con el teléfono inteligente es muy reciente, pero lo de la obsolescencia programada viene de lejos. Hace ya casi un siglo que las mayores empresas fabricantes de bombillas se pusieron de acuerdo para que este producto dejara de funcionar a las 1.000 horas de alumbrado. La constitución de este cártel les traería problemas a ellos, y a nosotros nos dejó una penosa herencia: desde ese momento las empresas comenzarían una carrera inversa a lo que habían hecho hasta entonces.
Desde ese acontecimiento se investigó para que los aparatos y productos duraran menos, en lugar de más; para que se rompieran antes, en lugar de más tarde; e incluso, en épocas más recientes, para que fueran más feos y menos apetecibles que los productos que se producirían en un futuro. Te lo cuento todo con mucho más detalle en mi artículo sobre obsolescencia programada.
Hay quien aún no es consciente de lo que está pasando con los aparatos electrónicos que desechamos tan alegremente. Quizá sea falta de información al respecto, porque seguimos pensando que lo que tiramos ya deja de ser nuestra responsabilidad (eso de que si no lo vemos no existe).
Esto se une al enorme esfuerzo publicitario que hacen muchas marcas para que compremos el último modelo de aquello que producen. Y así el cóctel es perfecto, de forma que acabamos abriendo la cartera delante de una caja registradora para comprar eso que acabamos de darnos cuenta de que necesitamos desesperadamente.
Algunos nos hemos puesto en marcha (tú también, ¿verdad?) e intentamos luchar como podemos contra la obsolescencia programada:
- Reparando nuestros aparatos, aunque no acaba ahí la cosa, sino que podemos reparar casi cualquier cosa que se nos rompa;
- Diciendo NO cuando nos ofrecen una y mil veces un nuevo móvil, un nuevo dispositivo, un nuevo ordenador… porque si el nuestro funciona no necesitamos mucho más.
Lamentablemente muchas (muchísimas) veces nuestros esfuerzos contra la obsolescencia programada no dan muchos frutos. Como consumidores podemos reparar hasta cierto punto porque en algunos casos no hay otra opción que tirar el aparato en cuestión, bien porque las piezas son difíciles de conseguir, o bien porque ni siquiera se fabrican esas piezas. Por eso tiene tanta importancia lo que voy a contarte hoy.
Hay quienes emplean estrategias muy concretas para luchar contra la obsolescencia programada. De entre ellos yo me he encontrado recientemente con la Fundación Fennis (Fundación Energía e Innovación sin Obsolescencia Programada).
Esta Fundación ha creado el sello ISSOP (Innovación Sostenible Sin Obsolescencia Programada) para aquellas empresas que se comprometan a fabricar sus productos o a proporcionar sus servicios de acuerdo a unos criterios determinados. En resumen, y entre otras cosas:
- Debe tratarse de empresas que no desarrollen productos bajo los criterios de la obsolescencia programada;
- O que, en caso de que compren otros productos o subcontraten servicios, prioricen siempre la contratación de aquellas empresas que no fabrican con obsolescencia programada;
- Y que se comprometan a que el coste de la reparación de sus productos sea menor que el dinero que cuesta un producto nuevo.

Aunque la Fundación se declara en la lucha contra la obsolescencia programada no duda tampoco en asociar el sello ISSOP a otras características deseables de cualquier empresa que quiera obtenerlo, como otros criterios de sostenibilidad, trato humano y economía del bien común.
Las empresas que lo deseen pueden solicitar esta certificación, es decir, que es voluntaria completamente. También es gratuita, por cierto.
¿Y qué hacemos con el sello ISSOP?, te preguntarás. De momento yo intentaré encontrarlo cuando tenga que hacer alguna compra. Ya hay algunas empresas que cuentan con este sello y espero que sean más las que lo hagan en un futuro.
Como se trata de una certificación voluntaria simplemente nos sirve a los consumidores para saber que esa empresa funciona bajo unos determinados estándares, y nos da información de la manera en que produce los objetos que nos vende. Con esa información tan valiosa nosotros decidimos lo que compramos o lo que no.
Es una pena que este sello no sea algo imperativo, que haya sido una fundación la que se haya puesto manos a la obra por iniciativa propia para certificar empresas con este perfil productivo. Lo lamento porque cuando algo se reviste de oficialidad, de ley, de obligación para salir al mercado, parece que le damos más importancia y entonces el mundo parece que cambia más.
Pero al mismo tiempo me alegro de que esto quede en un círculo más pequeño, más a nuestra altura, porque una vez más queda constatado que somos nosotros los que tenemos que movernos por el Planeta, porque por mucho que se reúnan los gobernantes de países del mundo entero y firmen acuerdos esto está en nuestras manos. Sí, en las tuyas y en las mías.
Es hora de que nos pongamos manos a la obra, de que busquemos sellos como este y empresas que, con sello o sin él, se comprometan a no vendernos nada obsoleto a propósito, porque seremos nosotros los que lo paguemos en el futuro.
Es hora de que sigamos diciendo no a lo que no necesitamos, a lo que solamente es más bonito que lo anterior, a lo que nos meten por los ojos a través de carísimas campañas de marketing, porque nos crean necesidades que no tenemos para que nosotros creemos montañas en los vertederos de Ghana.
¿Qué te parece esta iniciativa de la Fundación FENISS?
¿Has oído hablar del sello ISSOP?
¿Qué te parece que el fabricante elija cuándo un producto deja de funcionar?
¿Y qué piensas de que, a veces, seamos nosotros los que desechemos esos aparatos por modas o gustos?
¡Cuéntame qué opinas!
Pues no sabía nada del sello ISSOP. A partir de ahora voy a buscarlo. La verdad es que no soy muy de comprar a lo loco. Sólo cuando los aparatitos se rompen y no tienen arreglo o la avería cuesta más que comprarte uno nuevo. Que esto último creo que lo hacen adrede para obligarte a comprar… Si no he tenido móvil hasta que mi hija entró en el colegio. Y porque apenas paso tiempo en casa por la mañana y temía que cualquier día me llamasen y no estuviera. Que si no…
Besotes!!!
¡Hola Margari! Aprendo mucho de ti cada vez que pasas por mil blog y dejas tu comentario. ¡Muchas gracias!
El tema de que reparar es más caro que comprar uno nuevo es precisamente «el tema» del que estamos hablando, con que mira si has dado en el clavo.
De momento aún son pocas las empresas que se han certificado con el sello ISSOP pero espero que sean muchas más bien pronto y que podamos reconocerlas enseguida cuando vayamos a comprar algo.
Un abrazo,
Estoy impactada!!! Había oído algo sobre que los electrodomésticos duraban menos que antes y lo había podido comprobar pero jamás me imaginé que se investigara para que durara menos un producto. Buscaré el sello a partir de ahora y aunque en mi caso se arregla todo antes de tirarlo o cambiarlo creo que aún me queda mucho por hacer.
El artículo me ha parecido increíble. Enhorabuena!!!
¡Hola Mariví! Pues sí que pasa, pero ya ves que no es de ahora, que hace casi un siglo de esto… Te invito a investigar más sobre la obsolescencia programada para que sepas mejor porqué reparas tus aparatos (que lo hagas pro principios desde antes de saber esto ya me parece increíble). Un abrazo 🙂
Buenos días!
Magnífico artículo y magnífica iniciativa la del sello ISSOP. Ahora lo que hace falta es que cada vez más gente conozca y valore esta iniciativa, y se inclinen a comprar a quien promete duración y facilita la reparación (que además sea asumible). Tenemos el problema a menudo de los costes. Pongamos por ejemplo una impresora de marca X que cuesta 50 euros, y que una reparación que implique desmontar y cambiar componentes fácilmente ronde o supere esa cifra. Aun así, la mentalidad de muchos sería, en lugar de reparar, comprar otra de 50 euros. Ni reparar, ni comprar otra un poco más cara pero que garantiza un funcionamiento más prolongado y una reparación factible.
Muchas veces ir a lo barato sale caro. Hemos de aprender a mirar con un poco de perspectiva a medio plazo.
Un abrazo.
Estoy totalmente de acuerdo contigo, LectorFiel. Lamentablemente tenemos esa mentalidad a corto plazo que nos hace no ver los problemas donde sí que los hay. Una de las cosas que más me gusta del sello ISSOP es que garantiza que las empresas adheridas fabrican componentes para reparar, o que esa reparación es menos costosa que la compra de un nuevo objeto. Con eso ya me parece que se da un buen palo a la obsolescencia programada, pero aún así hay que educar mucho a los usuarios para que sigan eligiendo reparar en lugar de comprar, porque muchas veces los nuevos modelos son más bonitos o modernos, y sólo por eso ya nos gustan más… En fin, que queda un largo camino. ¡Pero no desesperemos!
¡Gracias por comentar! 🙂