Las 6 peores cosas de vivir en la gran ciudad

Cuando tengo la oportunidad de ver un paisaje verde algún fin de semana me doy cuenta de cuánto lo necesito cada día, aunque inconscientemente y por costumbre yo me maneje como pez en el agua en el asfalto. He nacido en la ciudad, y vivo en ella desde entonces, pero a veces la jungla de bloques y coches se me hace imposible.

La ciudad tiene muchas cosas buenas. Podríamos empezar por hablar de las comodidades que no se encuentran en otros sitios, como poder comprar lo que quieras a cualquier hora, porque siempre hay algo abierto; o elegir cuidadosamente el colegio que quieres para tus hijos, por que hay muchísimos para escoger;  eso por no hablar de la abundante oferta de ocio y restaurantes, de posibilidades, de cultura.

¿Pero qué pasa con todo lo demás? Las ciudades en las que vivimos (o dormimos) son hormigueros de gente que va y viene, que respira veneno y que come de todo menos alimentos.

Hoy me dejo llevar por los sentimientos que a veces me provoca el asfalto y te hablo de…

… ese aire irrespirable

Hay ciudades enormes, con distancias tan grandes que sólo pueden cubrirse en coche, y en ese caso usamos el vehículo para casi todo. Por eso cada día pasamos al lado de infinitos tubos de escape que llenan el aire de dióxido de carbono.

Inevitablemente nos preocupamos del aire que respiramos porque no podemos evitar hacerlo: lo necesitamos para vivir. Pero lo que respiramos ya no es aire. En Pekín se ponen mascarillas para caminar por la ciudad, y en Madrid nos llevamos las manos a la cabeza porque en enero de 2015 ya habíamos superado la cantidad de dióxido de nitrógeno en aire que deberíamos haber marcado a lo largo del año completo.

… la prisa y el tiempo

No hay término medio. El tiempo puede ser tu aliado o puede ser tu enemigo. La mayoría de las veces es esto último. En las grandes ciudades caminamos velozmente de un lado a otro, cubriendo las grandes distancias que separan nuestro trabajo de nuestra casa, del colegio de nuestros hijos, del dentista…

Pero lejos de tener más tiempo para nosotros, lo que conseguimos al correr tanto es estar más tiempo «haciendo cosas» y menos tiempo respirando, disfrutando de la familia o de un rato tranquilo. ¿De verdad los habitantes de las ciudades tenemos más cosas que hacer que el resto de personas del mundo? ¿O es que nuestra mochila está llena de tiempo perdido (en colas de espera, en transportes, en atascos) y ya no hay espacio para nada más?

[Tweet «En la vida hay algo más importante que incrementar su velocidad. Ghandi @ire_recolectora»]

… la comida como obligación

No digo yo que no haya hambre a la hora de comer. La hay, por que el cuerpo trabaja sin descanso desde muy temprano, pero cuando llega a la mesa se encuentra con un tiempo limitado (a veces demasiado) para comer lo que trae en la tartera, o con llamadas de teléfono que no cesan.

Si tenemos suerte podremos calentar la comida en el microondas de la oficina; si no, tendremos que recurrir día tras día a la comida fría o a los menús de restaurante. Pero siempre sin un mínimo tiempo de reposo que permita digerir un poco lo que acabas de comer.

Desde mi experiencia en este punto, comer en estas circunstancias es terrible para el cuerpo. Quizá soy demasiado delicada pero me duele el estómago casi cada día y durante el año pasado fue peor aún; sin una de esas pastillas para evitar los dolores no podía funcionar por la tarde. Algunas comidas han comenzado a sentarme mal y, aunque los fines de semana como sin problemas, durante la semana laborable tengo que mirar con mucho cuidado lo que pongo en mi tartera para no sentirme fatal durante la tarde.

… comida frente a alimento

Hay frases que se dicen una y otra vez, que se repiten como si fueran mantras y que acaban calando en el inconsciente colectivo hasta justificar cualquier tipo de despropósito. Una de las que más se oyen es: «con el ritmo de vida que llevamos…».

La frase puede continuar así:

  • «… comemos como podemos»;
  • «… no tenemos tiempo para preparar nada»;
  • «… es normal que compremos comida precocinada».

La verdad es que tal y como vivimos no hay tiempo para muchas cosas, entre ellas dedicarle tiempo a algo tan importante como el alimento, que no es lo mismo que la comida.

No voy a entrar a valorar si comprar una comida u otra está bien o mal (por lo menos no voy a hacerlo hoy), pero sí quiero que pienses si crees que es posible vivir a base de comida preparada, congelada o envuelta en plástico durante mucho tiempo.

… el horizonte perdido

Recuerdo una conversación que tuve hace años con un optometrista amigo mío. Yo estaba preocupada porque cada seis meses aumentaba mi miopía en media dioptría. Estaba estudiando como una loca por aquel entonces. Él me dijo que el ojo humano no había evolucionado tanto como nuestro modo de vida en los últimos años, y que nuestros ojos aún estaban hechos para cazar, para mirar el horizonte, para ver a lo lejos, no para pasar ocho horas frente a un ordenador, ni con el libro a 20 centímetros de los ojos.

Desde entonces me fijo mucho más en el escaso horizonte que veo en la ciudad y me impresiona mucho más el horizonte real del campo, de la vida en verde.

… los días tan largos

Tengo mañanas en las que me asalta un enorme defecto que tengo: me levanto pensando a qué hora podré acostarme.

Puede parecerte que soy una agorera pero a veces paso trece o catorce horas fuera de mi casa, vuelvo exhausta con el tiempo justo para cena, ducha y meterme en la cama. Y lo peor de todo es que vuelvo con la sensación de no haber hecho nada durante el día. Eso es problema mío, lo sé, no de la ciudad, pero tenía que decirlo.

Así que después de todo el día dando tumbos por Madrid lo último que me apetece es levantarme al día siguiente sabiendo que será igual de largo y extenuante. Y por eso me pregunto al abrir el ojo, ¿cuándo podré volver a descansar?

De momento llevo la vida que llevo, lo que no quiere decir que no quiera cambiarla si pudiera.

Me gusta mi ciudad, adoro las oportunidades que brinda, lo hospitalaria que es y lo que me emociona a veces, con sus recovecos, sus callejuelas y sus historias, con la cantidad de gente interesante que ha vivido y paseado aquí, porque casi todo lo gordo se ha cocido en esta tierra desde hace años…

Pero no puedo evitar pensar que, a veces, esta ciudad no es lo mejor para mí.

 Cuéntame:

¿Vives en una ciudad grande, en una pequeña, o en una zona rural?

¿Te sientes identificado con alguno de estos rasgos imposibles de las ciudades?

¿Añadirías alguna cosa a mi lista?

¿Has sentido esto alguna vez?

54 comentarios

  1. ¡Hola Irene! Tu reflexión me hace pensar mucho. Yo vivo en una ciudad pequeña, los edificios son amigables digo esto porque a veces cuando voy a la capital siento como si me apachurraran. Claro está es por el diseño de calles y todo. Sé que no me sentiría perdida si tuviera que vivir en una «gran» ciudad, lo que estoy segura es que buscaría tiempo de desconexión para pensar y sentir un poco de calma. He tenido la gran suerte en mi vida que siempre he vivido en ciudades pequeñas de modo que ir a la montaña era cuestión de minutos o una hora.

    Y cuando mencionas que sientes que te levantas y piensas en la hora que volverás descansar me pasaba cuando estaba en la Universidad, corriendo por todo lado 🙂 y finalmente cuando llegaba a la cama caía como un roble, literalmente jeje

    1. ¡Muchas gracias por comentar, Yos! La sensación de locura y de ir de un lado para otro es tremenda cuando vives en un lugar así. Yo yambién estou intentando buscar espacios de calma, como sugieres tú, pero voy poco a poco (por que la verdad es que muchas veces no tengo tiempo… ay!). Un abrazo,

  2. Vivo en una ciudad pequeña, donde tanta prisa no hay todavía. Yo creo qeu sería incapaz de vivir en una ciudad tan grande. Y más si es de interior. Echaría mucho de menos esa playita a la que acudo casi todos los días a dar un paseo, a respirar, a relajarme, a pensar… Que si tuviera que irme, me iba, está claro, pero que me costaría mucho también lo tengo igual de claro.
    Besotes!!!

    1. Ay, Margari, qué envidia me has dado con eso de la playa…
      Supongo que una se acostumbra a todo, pero si pudiera elegir yo ahora mismo elegiría una ciudad mediana. Me imagino que como la tuya.
      Un abrazo, y gracias por comentar.

  3. Hola Irene,
    me han gustado mucho tus reflexiones. Yo vivia en una ciudad no muy grande y me traslade a un pueblo de montaña (cerca del mar eso si) en una casa de madera nordica. Ahora no lo cambio por nada, y ha incrementado muchisimo mi amor por las cosas mas simples, sin prisas y mas sostenibles.

    Un saludo

    Pere

    1. Muchas gracias por tu comentario, Pere, y bienvenido a RECOLECTORA.
      Tus palabras me hacen pensar que no estoy loca del todo y que hay otra vida posible.
      Un abrazo,

  4. Muy buenas. Me ha gustado especialmente tu reflexión de esta semana.

    Ante todo y principalmente, sin ánimo de juzgar al menos de partida, los beneficios o prejuicios de ello, creo que todos nos acabamos acostumbrando a lo que hemos vivido toda nuestra vida, ya sea un pueblo o una gran ciudad.

    Me siento identificada con algunas de las cosas que planteas. Nací en Madrid, y he vivido aquí durante casi toda mi vida, y estoy completamente de acuerdo en aquello que comentas acerca de la oferta de esta gran ciudad. Una de las cosas buenas, pero muy buenas, de esta gran ciudad como es Madrid, es que existe un enorme abanico de obras de teatro (de diferentes precios además), exposiciones, películas, restaurantes…En Madrid, se que si tengo un hijo al que le gustan los cuentos, por ejemplo, puedo buscar espectáculos de cuentacuentos tal vez incluso económicos, o que si quiero ver una película que ya salió hace tiempo, seguro encontraré algún cine en que todavía la echen, aunque eso me implique un desplazamiento más o menos grande. O se que, puedo descubrir nuevos rincones, que no me cansaré de los mismos bares o restaurantes, que descubriré nuevos rincones, o que, si por ejemplo, tengo curiosidad por probar la comida africana, podré encontrar un restaurante de comida africana, o incluso si me interesa afinar más, podría buscar uno especializado en comida libanesa, y encontrar por ende diferentes precios que se adapten a mi bolsillo o a las necesidades de lo que más de manera general me interesa en ese momento. Y este es un beneficio muy muy grande.

    Por otro lado, si que es cierto que nos encontramos que en una gran ciudad como la nuestra, los desplazamientos son siempre mucho mayores. He vivido durante casi un año, y además tengo familia en Ciudad Real, y me sorprendía y me sigue sorprendiendo lo que cunde el tiempo en sitios más pequeños, además de la posibilidad de desplazarse a los sitios andando. Así, una persona que vive en Madrid que sale del trabajo a las 18h, tendrá tiempo, seguramente y como mucho de ir al gimnasio; y, en cambio, alguien que vive en Granada, por poner el caso, podría saliendo a esa misma hora y en una sola tarde ir al gimnasio, visitar a sus abuelos, y de paso hacer algo de compra rápida que le hacía falta. No obstante, me parece que si vives en un sitio grande, hay que adaptarse y aprovechar en este sentido, y creo que por eso ante los largos desplazamientos, la solución no es frustrarse sino aprovechar ese tiempo del desplazamiento. Tal vez si conduces durante un tiempo prolongado, puedes aprovechar para ponerte al día con las noticias, o bien escuchar ese programa de radio que tanto te gusta; y en caso tener que coger el metro, siempre puedes aprovechar ese tiempo de desplazamiento disfrutando con un buen libro.

    Lo que encuentro peor de las grandes ciudades, y en concreto, de la nuestra, es la prisa y la individualidad a la que nos vemos abocados. Parece que al vivir en un sitio tan grande, te come el tiempo, y por consiguiente tienes la sensación de que te invade el espíritu de la prisa y debes ir corriendo a todas partes. Y por otro lado, está el tema de la individualidad: Hace unos días, mi padre se encontró a una vecina, con la que podríamos decir que tenemos una relación de vecinos, pero de tener conversaciones de vez en cuando (bueno, más bien mis padres), y al preguntarle como estaba, ella le explicó que bastante mal, ya que había perdido a su marido hacia cosa de un mes, por culpa de un cáncer fulminante. Y entonces me asustó un poco pensar en el aislamiento en que vivimos aquí. ¿Resulta que tu vecino de 2 ó 3 pisos por encima fallece por una enfermedad en poco tiempo y te pasa desapercibido? Eso, sin duda da un poco de miedito; y desde luego, en un sitio más pequeño no sucedería.

    Un besote Ire 🙂

    1. Hola Carmenchu, mil gracias por este comentario tan completo.
      Coincido contigo en el tema de las enormes ventajas de ocio que nos ofrece una gran ciudad, sobre todo una como Madrid, pero yo me pregunto: ¿tengo tiempo de disfrutarlas?
      Por otro lado, me preocupa esa individualidad de la que hablas porque es verdad que existe y que esas cosas suceden. Somos muchos, no nos conocemos tanto y por eso parece que estamos aislados.
      Por último, y como punto positivo, me apunto el tema del aprovechamiento de los trayectos enormes. La época en la que yo iba en metro a trabajar y a la academia de inglés fue cuando más leí en toda mi vida. Sólo yendo a la academia, sólo en ese trayecto, leí La Regenta en un cuatrimestre.
      Un beso enorme,

  5. Estoy de acuerdo con todo… yo viví un año en Barcelona y en cuanto pude me escapé de allÍ!! Agobio total!! Elegí Palma porque es ciudad pero tiene rasgos de pueblo, es pequeñita, todo está cerca, no se sienta ese estrés, prisas…de las grandes ciudades, y puedes encontrar alimentos de verdad!! <3 Para mi la ciudad ideal. Besitos!!

  6. Hola Irene,
    Muy buen artículo. Además, coincido con todo lo que dices. El estilo de vida que llevamos es lo menos natural que existe, después nos quejamos de enfermedades, falta de tiempo…Yo ahora me he mudado al campo y estoy intentando empezar desde aquí, los primeros meses fueron duros porque notaba la falta de ocio, compras, amistades…pero ahora estoy empezando a disfrutarlo.

    Un abrazo

    1. Muchas gracias por comentar, Albahaca 😀
      Me inspira tu historia. Por lo que voy conociendo de ti a través de tu blog me había fijado en los detalles del entorno en que vives, que se ven a través de las fotos que nos enseñas. Y me gusta lo que veo.
      No sé si sería capaz de dar ese paso, pero algo dentro de mí me dice: ¿por qué no? Cada vez conozco más gente que lo ha hecho, y casi nunca se arrepienten.
      Un abrazo,

  7. Hola! Aunque es cierto lo que comentas, discrepo un poco. Me explico, he vivido casi mitad de mi vida en grandes ciudades y la otra mitad en pueblo (actualmente). Por supuesto que no es lo mismo y donde más de acuerdo estoy es en que en las grandes ciudades los desplazamientos son largos y agotadores. Sin embargo las infraestructuras permiten una vida más eco-responsable. En las ciudades existen redes de transporte público que raramente se ven en los pueblos, en donde el coche suele ser imprescindible aumentando la huella de carbono. Por otro lado, existen muchas opciones para el consumo responsable, como cooperativas, asociaciones de compra solidaria, mercados y supermercados de productos ecológicos, etc… más difíciles de encontrar en ciudades más pequeñas. La oferta gastronómica es también más variada, pudiendo comer un día de tartera y otro en el japonés de la esquina. Quizá el problema es el enfoque. No todo el mundo lo puede hacer, soy consciente, pero yo decidí que a pesar de vivir en una gran ciudad no quería vivir deprisa, y siempre me tomaba mi tiempo para la comida, charlando con mis compañeros de trabajo, etc… Un saludo!

    1. ¡Hola Sushis! Gracias por pasarte por aquí y dejar tu opinión.
      Me gusta tu punto de vista y me parece muy interesante que lo menciones, porque es verdad que hay muchas más formas de ser eco-responsable en la ciudad, más que nada por la oferta (como decía en el artículo, en general hay mucha más oferta de todo).
      El «quid» está en el enfoque, como bien dices. Si alguno de nosotros puede elegir vivir más despacio o de forma más consciente seguro que encontrará el equilibrio perfecto. Yo estoy en ello, porque no tengo muy claro dónde acabaré viviendo, así que más vale que me ponga las pilas para estar bien en cualquier lugar 😀
      ¡Un abrazo!

  8. Hace unas semanas me fui a estudiar a la ciudad de Puebla, viviendo yo en una ciudad pequeña pero lo que me pone muy en conflicto es que mi nivel de productividad es mucho mayor estando en una ciudad pequeña que en una aun más grande, a veces detesto eso

    1. Hola, Jorge,
      Esto que comentas es muy interesante. Cuando yo he estado en ciudades más pequeñas también noto que el tiempo me cunde mas. Creo que debe ser por que no gasto tanto tiempo de mi día en el transporte.
      Gracias por comentar. Saludos,

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